Hoy Laika he soñado con Ibrahim.
Y a raíz del sueño, Laika, me ha llegado un recuerdo. Cuando he abierto los ojos me encontraba en otra habitación, en aquella casa situada en pleno centro de Dakar. Pronto vendrán las niñas a traerme el té tan bueno con rebanadas de pan con mantequilla. Las voces suaves y melodiosas de las mujeres me llegan como de muy lejos y es que la casa, la casa de Ibrahim y de su familia, es muy, muy grande. Hermanos, hermanas, primos, tíos, abuelos, nietos, todos viven en ella, en completa armonía. Aun no sé quien es quien, lo único que sé es esta quietud alegre, en mi corazón. Esta paz interior.
Maimuna vendrá a buscarme y juntas iremos al mercado y antes de comer quizás vayamos al puerto, quiero ver de lejos la isla de Gorée, de la que me han hablado tanto. Es un museo histórico ahora, esta isla, un lugar de peregrinaje, un espacio sagrado en recuerdo a todos aquellos que fueron llevados hacia América como esclavos. La isla no ha cambiado, sigue la misma fortaleza que fue una prisión, sigue la misma plaza dónde millones de africanos fueron vendidos y empujados hacia los barcos. Maimuna me dice que si uno cierra los ojos es posible oír aún los llantos y los gritos de los hombres, de las mujeres y niños. Y el sonido de los latigazos abriendo la piel de ébano. Mercado humano, matadero indecente y monstruoso la pequeña isla de Gorée. A Maimuna no le gusta mucho hablar de esta isla. Cuando la visite iré sin ella. Hay recuerdos que el tiempo no ha borrado, que jamás el tiempo borrará. Como este recuerdo tan simple que es para mí, hoy, aquella casa tan buena donde, por primera vez en mi vida, tuve vergüenza del color de mi piel y amé, con furia y pasión, la otra piel.
Pero de esto hace mucho tiempo, Laika. Esto solamente ha sido un pequeño recuerdo y nada más.
8/12/07
Un simple recuerdo
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