26/3/09

Mi jefa y yo


A veces mi jefa es muy amable, Laika. Es cariñosa y sonríe y es inteligente. Cuando es así la abrazaría, la cogería entre mis brazos y hasta le daría un beso en las mejillas. Otras veces, sin embargo, es insoportable, está de mal humor, chilla, insulta, y entonces la estrangularía para hacerla desaparecer de mi vida ya de una vez.


Y yo me pregunto: ¿cual de estas dos mujeres es mi jefa?


Los budistas me dirían, quizás, que ninguna de ellas es mi jefa, o que mi jefa no existe, que tampoco yo existo, que todo es una ilusión. Los zen budistas alomejor me dirían que no existe una jefa mala y otra buena, que no existe ni la maldad ni la bondad, que no hay nada. Y que en este nada, en este vacío hay mi jefa y yo.


Francamente Laika, yo no sé ya que pensar.


Si mi jefa no existe, ¿quien es esta mujer? Si ella no existe ni yo tampoco, si todo es una ilusión entonces mejor me quedo en casa con una buena novela de Joseph Wambaugh. Y punto a parte.


Pero la pregunta persiste y me gustaría contestarla. Sin conceptos me gustaría ver quien es mi jefa, si existe.


Sin conceptos.


Quizás ella es cuando el otro día vi su mirada triste. Ella es esta mirada triste que me habla de algo misterioso, de algo inaccesible y a la vez entendible sin palabras, sin ideas. Cuando vi sus ojos, muy tristes, conecté con una persona que era muy semejante a mí. Con ilusiones, con fracasos, con decepciones, alguien que anda sobre este camino que es la vida.


Y también cuando hoy la he visto pasar el aspirador, en la recepción. Su pose melancólica y pensativa me ha emocionado mucho. ¡He visto a alguien tan semejante a mi propia naturaleza! Y durante unos segundos la he estado observando sin reflexionar sobre nada, solo viendo a un ser pensativo y melancólico.


Buda dice que todos llevamos un buda dentro y se pues que mi jefa, cuando es amable y cuando no lo es, tiene este buda dentro de sí. Esta capacidad de amar, de comprender, de conectar. Este potencial de don, de vivir la compasión, de compartir.


Y al igual que mi jefa, yo también Laika, me olvido de que un buda está en mí, este sol que lo aclara todo como agua de cristal. Y que alegra el corazón. Y que todo, de repente, tiene un sentido. Aunque nada exista, ni el sentido, ni mi jefa ni yo.

6/3/09

Mis padres






Hoy, Laika, he recordado con mucho interés un día que mis padres vinieron a verme en la biblioteca municipal dónde estaba trabajando. Fue una sorpresa verlos entrar en aquel lugar, y recuerdo mi mirada sobre ellos, una pareja que aquel día me gustó: elegantes, serios, y diría casi bellos.

Aquel día siempre quedará gravado en mi mente, en mi baúl de recuerdos y en mi alma. Fue un día especial porque los vi tal como eran, sin juzgarlos, sin emoción, sin ataduras. Mi padre sonreía, le gustaba verme trabajar entre todos aquellos libros. Se sentaron en unos sillones y les llevé diarios y revistas.

¿Por qué ciertos recuerdos quedan gravados con más intensidad que otros? No lo sé, Laika. Tampoco no tiene importancia. O si. Ahora que mis padres ya no están solo tengo buenos recuerdos de ellos. Solo siento ternura y admiración.

Fuimos una familia disfuncional, pero esto es normal, todas las familias lo son. Peleábamos, chillábamos, no sabíamos con tantas emociones destructivas, con tantos lazos que dolían, y cadenas y prisiones que nos inventábamos. Y hoy me pregunto: ¿Por qué? Ya todo ha pasado. Yo sigo creciendo, a paso de tortuga, sigo indagando, sigo buscando. Pero queda una certitud, una verdad inalterable: si me pidiesen de volver a vivir mi vida aceptaría de todo mi corazón.

Mis padres hoy, hoy que ya no están vivos, son mis héroes. Y yo soy la hija de estos héroes. Mi padre, por ejemplo, me enseñó que en la vida hay que ser integro. El fue un hombre muy integro. Y fiel. Fiel a si mismo, siempre (y esto fue la causa de tantas peleas entre mis padres); fiel a sus amigos, fiel también a sus ideas. Con su ejemplo aprendí la integridad: modestia, honradez, lealtad. Sin embargo nunca me dijo que ser integro me llevaría problemas. He perdido, como mi padre años antes, algunos trabajos por esta integridad. Quizás hubiese sido mejor ser un poco más sinvergüenza.

Mi madre ella me enseñó la curiosidad. De esto le estaré siempre tan agradecida, Laika. Si eres curioso nunca te aburres. Y con mi madre, cuando salíamos juntas de paseo, nunca nos aburríamos. A veces podíamos pasar una tarde en un café estudiando la gente, inventando sus vidas, simpatizando con desconocidos que de repente se transformaban en personajes cercanos, más humanos.

Cuantas cosas han pasado desde entonces, Laika… Desde aquella visita inesperada de mis padres en la biblioteca. Cuando termines iremos a tomar un café, dijo mi padre. En realidad ellos siguen allí, en aquel lugar casi mágico. Y saben, estoy ahora convencida de ello, que tienen una hija que les quiere mucho.