24/11/08

Tiempo para reir



Laika, es tiempo de reír.


Si, si, Laika. Con esto de la crisis económica, una de las salidas es reír. La risa siempre ha sido una actitud casi revolucionaria. Con la risa todo pasa: los problemas de dinero, las penas, las inquietudes… La risa es buena para el cuerpo y el alma. Un masaje que nos deja relajados, nuevos. Entonces digo: ¡es tiempo de reír!


Si quieres Laika hoy vamos a aconsejar, a nuestros queridos amigos blogueros, tres clásicos del cine, tres comedias que con el tiempo no han perdido ni sabor ni potencia. Al contrario. Estas películas se han transformado en clásicos porque ya, en su base, cuando salieron, fueron unas excelentes películas. Ahora, 40 años después, 20 o 30 años más tarde, estas obras de arte han tomado profundidad, calidad, fuerza. Y nos hacen reír. Como el primer día que las vimos.

Its a mad mad world, de Stanley Kramer, salió en 1963. Todo el mundo ha visto esta película, de joven. Yo la he vuelto a ver estos días, después de más de treinta años, y me ha parecido una película tan buena, tan fresca y tan simpática que ahora la considero un clásico y esto por varias razones: el tiempo sigue dándonos, en este largo metraje, el poder reír como cuando éramos niños, con esta inocencia que todos llevamos dentro y que, al igual que una luz eterna, no se apaga nunca. Reímos de una payasada inmensa, como si estuviésemos en el circo viendo justamente esto: payasos. Y estos payasos, en la película, son actores que ya en la epoca eran muy famosos y queridos: Spencer Tracy, Milton Berle, Buddy Hackett, Mickey Rooney, entre otros, y excelentes "cameos" como Búster Keaton o Jack Benny. Total, Laika, una película maravillosa para reír un buen rato y descansar de tantos problemas mundiales y económicos.






La siguiente película que aconsejaremos a nuestros compañeros es la tan clásica ya: Oscar, con Luís de Funes, este magnifico actor francés, de raíces españolas, que tanto nos ha permitido reír con carcajadas casi rabelesianas a lo largo de toda nuestra vida. En Oscar es toda la situación que es cómica, un vaudeville clásico que transcurre en tiempo real, en un solo escenario. Yo vi por primera vez esta película cuando salió en España (Una maleta, dos maletas, tres maletas) y debía tener unos 10 años. Recuerdo la risa de mi madre, en el cine. El placer de aquella tarde siempre se ha quedado en mi, como una estrella. Y a lo largo de mi vida cuando me he sentido triste o angustiada he mirado, como terapia, películas de Luís de Funes; y como por encanto he vuelto a sentirme como aquella niña que fui, una tarde en un cine con mi madre querida.

Y por eso digo que la risa no es solo un masaje físico, la risa es mucho más. Es como el camino que nos permite ser más transparentes, más inocentes, más verdaderos.






Y como ultima película, la tan famosa y ahora clásica La Cage aux Folles, con este actor tan camaleón, Michel Serreault y el guapo Ugo Tognazzi. Esta película atrevida y simpática fue muy famosa en su época, en 1978. Yo fui a verla con mi amiga Luisa y siempre que recuerdo a esta mujer que ya nunca más he vuelto a ver, me veo junto a ella, riendo en el cine aquel del alto Montreal, comiendo Pop Corn y de vez en cuando secando lagrimas de risa. Uno puede llorar, riendo. Esta posibilidad dice mucho sobre el poder de la risa, sobre su fuerza interior. Risa buena, amiga, limpiadora, conciliadora, risa estupenda que nos une, nos hace sentir feliz, nos hace vivir en el presente, ahora, riendo.




Por eso digo, repito, amiga Laika: es tiempo de reír. Y riendo todo irá mejor.

1/11/08

Mi cementerio interior






Laika,


En mi cementerio interior no hay cruces ya que no creo en este símbolo de dolor y de sumisión. Pero sí creo en la energía, y es por eso que en mi cementerio interior hay lucecitas, brillantes, que siempre están iluminadas y que siempre me dan luz y calor.


Es un lugar especial, mi cementerio interior. En él hay estos seres queridos que ya no están. Pero que siguen presentes y es como si estuviesen. Hay mi madre con su eterna sonrisa y su voz suave que me dice continuamente que no me enfade tanto, o que controle mi mal carácter. Mi padre también está, a veces huelo la madera que siempre asocio con el beso que le daba en la mejilla, cuando le iba a visitar. Y hay mi perro Firgoff, negro y fuerte y bello. Minoushka, la gata de rayas grises. Buda, el perrito de la pradera más guapo de la tierra. Y Spartacos, un terrier travieso. Ahí están todos, y otros más, luces, energía, memoria, recuerdos y tanto, tanto más…



El halo de sus vidas, este momento tan especial que han vivido aquí, sobre la tierra conmigo, me sigue acompañando. Muchas veces creo que no se han ido, tan presentes los siento, tan íntimamente los percibo. Veo la sonrisa de mi madre, o la mano de mi padre, espesa y fuerte de tanto trabajar la madera. Siento la fuerza de Firgoff, como si viniese a darme un beso o rozarme con una des sus patas.


Olores, sabores, silencios especiales, siempre algo me los recuerda. Andando por la calle, leyendo, conduciendo, el dialogo con ellos no se ha roto. Cosas que me gustaría hacer con ellos, paseos imaginarios. Conversaciones inventadas, caricias, sonrisas. Les pido consejo, a veces, o ayuda. Fuerza, darme fuerza y valentía, les digo. Minoushka, dame un poco de tu energía, tú que viviste 23 años. Dame tu energía buena, enséñame como amar incondicionalmente como tú lo hiciste conmigo.


Cuando hay mucho viento, este viento del Norte tan potente, se me aparece en la mente Firgoff desafiando el viento que un día nos atrapó y como, con su fuerza de labrador retriever, pudo ayudarme a llegar hasta la puerta de la casa. Ah... recuerdos, memoria, sensaciones que con el tiempo no han desaparecido, al contrario. Más pasan los años más todo se vuelve más claro, más agudo y límpido.



Y tú, Buda, que tanto me enseñaste, tan pequeño que eras y me ofreciste el don de dar, y me permitiste descubrir dentro de mí un amor inmenso y materno y eso desde el primer día en el que vi tus dos ojitos negros, almendrados, el día cuando me enamoré de ti y de Shiva, tu compañera que aún vive...


Y tú, Spartacos, el terrier más listo que jamás ha existido: cuando viste a mi madre te enamoraste de ella. Y recuerdo cuando yo llegaba a casa de mis padres, tu alegría al verme entrar por la puerta ya que sabias que nunca me olvidaría de ti, nunca pararía de abrazarte y de besarte, nunca, simplemente, desaparecerías de mi vida.


Sí, mi cementerio interior está vivo, está vibrante de memoria y de recuerdo: olores, sabores, paseos interiores que hago los ojos abiertos, sin miedo ya que un día sé que volveré a fundirme yo también en energía, como vosotros.





Mi padre.



Firgoff...


Minoushka.



Buda.



Mi madre con Spartacos.


14/10/08

Para mí, la felicidad...







Para mí, la felicidad es tan simple: es estar aquí, en mi día libre, y gozar de tu presencia, Laika.

Es encenderme un cigarrillo y leer a Alicia Giménez-Bartlett.

Mirar y disfrutar de Shiva y Zen, mis dos perritos de la pradera. El sol resbala como una columna de miel sobre la jaula.

Es mirar el cielo, azul y blanco y sentir el sol, el sol maravilloso calentarme la piel. ¿Lloverá? Dicen que cuando te encuentras con telarañas por el camino caerá lluvia. ¡Ojala!

Para mí, la felicidad son pequeñas cosas, pequeños gestos, las cosas de la vida en la que la mayoría de las veces no prestamos atención: el canto maravilloso de mi canario, el perfil del hombre que comparte mi vida, el sonido de unas abejas sobrevolando mi pelo. La miel que tengo guardada en el armario.

También esto es felicidad.

La sopa que estoy preparando, que nos dará mucha energía a todos. El suave aroma del caldo que me recuerda el que preparaba mi querida madre.

Esto es felicidad, si.

El pensar que mi vida es esto, estos pequeños gestos, las cosas de la vida que hacemos sin pensar, la mayoría de las veces, saborear un buen té, un buen café con leche, sentarme aqui con un libro de detectives, mi mano y el cigarrillo... el olor a tabaco que me lleva a otros olores de cigarrillo como el que encendía por las mañanas en Dakar, (entonces fumaba Gauloises), y a lo lejos, en aquella casa tan grande, ya podía oír el reír de los crios.

Simplemente estar aquí es felicidad, Laika. Contigo, conmigo.

5/10/08

!A bailar!





!Venga amigos, amigas, a bailar! Laika, baila, baila. Y tú, Chapellina, mueve tu culín, venga, a bailar, que bailar es bueno para el corazón…! Raquel, Black Eeagle, Andrés, a bailar! Yep, yep, yep, baila, baila este cuerpo en vida, mueve las piernas, los pies, la cabeza, el trasero… !Baila, baila la vida, estamos en vida¡ Muevete Norberto, Joaquin, Neurotransmisores, venga, venga. Tú también, Melancolía de un ladrillo, también baila, y tú, Naturaleza Maravillosa, no pares, estos pies, estas manos, esta frente,la granota, Imagine Photographs, Franki, bailemos juntos, Absurdo Afán, deja el libro de lado y baila, mueve este cuerpo, saltemos, cantemos, a bailar digo, todos con migo Laika, a bailar…

23/9/08

El soplo de la muerte en mis orejas





Ayer Laika, estuve a punto de morir. Resbalé en casa y me golpee la nuca sobre una escalera de cimiento. El dolor fue atroz, como si alguien me hubiese clavado un cuchillo en la nuca. Pero lo más difícil de aceptar, lo que realmente dolió fue esta impotencia frente a un accidente. Y la muerte pasa al lado, soplándote en la oreja sus buenas tardes.


Sé que estuve a punto de morir porque si me hubiese golpeado un poco más abajo sobre la nuca, una milésima de centímetros más abajo, ya no estaría aquí contándotelo. Pero también lo sé porque cuando me levanté del suelo, con el dolor en la nuca, como en cámara lenta, supe que algo terrible había ocurrido. Me puse arcilla sobre el golpe y me estiré. El dolor era como una canción interior sobre la muerte, sobre mi muerte. Mi preocupación en aquel momento era de no morir para no dejar solo a mi marido. Y luego no quería morir: hay tantas cosas bellas en la vida, el verde del bosque, los paseos contigo Laika, la paz que hay en esta casita, mis animales, el cielo, el silencio, el viento, la lluvia, los libros. No quería que todo esto desapareciese en un instante, por culpa de un descuido, de una falta de atención que causó que mi pié resbalase. No podía ser que todo eso se me fuese de la vida, que yo quitase todo esto. Que yo dejase todo esto así, en una milésima de segundo.


Por la noche, entre el dolor y el miedo, había esta alegría feroz de seguir viva. Me parecía que estaba viviendo un milagro, y que este accidente era como un mensaje, una voz que me hablaba de algo al que no estoy preparada, ni mucho menos. Me parecía, y me sigue pareciendo, que este contacto con la muerte, mi muerte, es una lección infinitamente preciosa y valida.

No, Laika, no estamos preparados a morir.


Tuve la sensación de que me faltaba tiempo, tiempo para arreglar cosas, para finalizar cosas. Pero es inútil. Seguimos inpreparados. Seguimos pensando que somos eternos, que tenemos tiempo para decir lo que tenemos que decir, hablar lo que tenemos que hablar, hacer lo que tenemos que hacer. Ayer, de súbito, me di cuenta que no, que por muy concientes que estemos de que somos terrenales, que somos como una brisa, efímeros, transitorios, fugaces, no sabemos que nuestros días están contados. Y que cuando llegue la muerte la miraremos con gran sorpresa.


Hoy digo gracias a la vida, y te miro y sé que es un milagro verte, Laika.



10/9/08

Place des Fêtes

En Paris Je T' aime, une película hecha de varias pequeñas películas que se entremezclan entre ellas, la más bonita es, para mí, Place des Fêtes: cuenta la historia de un Ousmane, un africano que ha venido a vivir aquí, en Europa, para sobrevivir y hacer vivir a su familia. Todos los Ousmanes del mundo entero son únicos y sin embargo son trágicamente parecidos. Aquí va el corto, Laika. Mirémoslo en silencio, como rezando. Captemos la otra dimensión que hay detrás de las figuras, de los diálogos, de los gestos. Aceptemos esta tragedia en su totalidad es decir vivámosla con las entrañas. No olvidemos que esto acaba de pasar aqui. No olvidemos nunca el sufrimiento de los otros.


31/8/08

1976




Hace 32 años, Laika, yo fui azafata en unas Olimpiadas.

Este año, como sabes, no las he seguido, las Olimpiadas. No he querido saber nada de ellas ya que considero vergonzoso que los juegos se hayan hecho en un país dónde reina la dictadura, una de las más duras que hay en el mundo hoy en día. Un país de misóginos, un país que no permite la libre expresión. Un país que odia a las mujeres. Un país que se está apoderando del mundo. Por otra parte, no puedo concebir que un encuentro, como simbolizan los Juegos Olímpicos, haya tenido lugar en una nación dónde hay campos de trabajo que son campos de concentración.

Yo, Laika, hace 32 años fui azafata en los Juegos Olímpicos de Montreal. Fue un año especial para mi, 1976.

Tengo buenos recuerdos de aquel trabajo que fue el primer trabajo importante en mi vida. Y muy bien pagado, por cierto. Fue también una experiencia de grupo magnifica dónde aprendí a trabajar en equipo y dónde descubrí mi capacidad de funcionar bajo presión. También participé en una experiencia intercultural, y esto fue una escuela que me ha servido a lo largo de mi vida.

Además, 1976 fue un año importante para las mujeres, para la liberación de la mujer. Yo también me liberé, a mi manera. Descubrí el feminismo, esta gran escuela de vida, esta filosofía liberadora y valiente para la mujer. Empecé a disfrutar de mi libertad. Fue maravilloso.

Siempre recordaré las Olimpiadas de Montreal como el comienzo de una gran aventura: mi vida. Poco después participaría en un encuentro multicultural que me llevaría hasta África. Y África, para mí Laika, ha sido la puerta que ha abierto mi corazón a la diferencia. Y cuando uno ama la diferencia, la acepta y la interioriza uno abre el camino de la comprensión y de la compasión. Se acabaron las barreras, el racismo, el miedo. Africa me liberó de la educación. Empecé a disfrutar siendo yo también diferente de mis amigas, de mis padres, de mi familia. Fue otra emancipación.

Han pasado muchos años Laika desde aquellas mis olimpiadas pero sigue el recuerdo de una chica vestida de uniforme naranja, feliz, alegre, palpitante de energía. Sigue aquella Lydia saboreando la vida, riendo con otras chicas, caminando sobre un camino misterioso y frondoso. Y sigo viva, agradecida de todo lo que he vivido.


Aquí va un video muy raro ( lo he estado buscando durante varios años sin encontrarlo y es gracias a un hombre de Montreal que ahora lo podemos ver) sobre la canción de cierre de los Juegos Olimpicos de Montreal cantado por Estelle Saint-Croix. Es una canción que dice la palabra "Te Quiero" en varias lenguas. Ah, Laika, si todos pudiésemos vivir siempre este Te Quiero con todos, sin diferencia de raza, de clase, de religión. Si esto fuese posible... Y yo sé que es posible.





28/8/08

La casa de los gatos

Laika, tranquila. Yo nunca tendré tantos gatos... Pero esta mujer me gusta, me encanta. Me gusta la gente que quiere a los animales, ya sabes.

Laika, disfruta este video con estos preciosos y magnificos gatos. Ahora solo tenemos dos gatos en casa, Salem y Chanela. Quizás un día decide tener más... quien sabe.


22/8/08

Consolación




Ah… Laika. ¿Como participar en este dolor, gran dolor de los otros? El dolor y la tragedia. Esta negrura tan penosa y triste.

Todos sentimos mucha pena y nadie puede consolar a nadie: familias sin padres ni hijos ni nietos, pueblos sin vecinos, barrios abandonados por gente amable y gentil.




No podemos consolar al otro, mi hermano este ser humano. Y sin embargo sí, puedo estar con él aunque lejos de él. Puedo participar en su tristeza, a mi manera. Puedo pedir ayuda a toda esta fuerza que me rodea para que no haya tanto sufrimiento.



Hemos andado en el campo, Laika, y me he dejado consolar por el ocre de la tierra, por los árboles, por el aire, por la luz.

.

Y también verte me ha consolado el corazón.

4/8/08

Hiroshima, mi amor




Por favor, no olvidemos Hiroshima.
No hay palabras, Laika, para hablar de Hiroshima.
Y sin embargo, esta película si, esta película que es un canto de entendimiento para Hiroshima.

Con maestría, respeto, con sentido, compasión, con amor.

31/7/08

No vale la pena

Laika, no vale la pena enfadarse porqué todo es mucho más simple. Sin embargo nos enfadamos y siempre nos enfadamos por cosas que parecen importantes pero que en el fondo son como la brisa, finas y casi transparentes.

No vale la pena, repito, ya que lo que cuenta es esta montaña, dios de la tierra. Ella nunca se conmueve, solo ES. Su presencia, casi eterna, es fuerza y poder, fuerza y tranquilidad. La montaña soporta todo y sigue siendo una montaña, el dios de mi tierra.

¿Por qué nos enfadamos? Si no vale la pena ya que todo pasa, y todo se va, si todo acaba por irse, desaparecer. Hasta el enfado. Y solo cuenta la integridad de la montaña y el cielo, arriba.



En casa, Laika, siempre ha habido enfados. Recuerdo a mi padre, sus idas y venidas, sus chillidos, sus rabias. Y total. Ya nada queda, todo se ha ido, su voz de trueno, sus críticas acerbas, sus demoliciones verbales y ásperas sobre la política, la sociedad, la gente. Nada, Laika, nada ha quedado. Entonces, francamente, no vale la pena enfadarse.

La montaña, ella, dura y majestuosa, lo soporta todo, la lluvia, el sol, el viento, la nieve, los rayos, los truenos, y hasta nuestra mirada soporta y eso desde una gran paz y una gran presencia. Y en toda simplicidad. Y esto me gusta de ella, Laika, de este dios de la tierra que está aquí para enseñarme que no vale la pena enfadarse.




13/7/08

Ya estamos de vuelta


Laika ya estamos de vuelta. No es fácil cambiar de lugar, de ciudad, de región pero lo hemos hecho lo más simplemente posible, y aquí estamos.

Aunque el verano tarde, Laika, aunque tarde el verano en llegar. No nos damos cuenta de que el cambio climático es algo real y no un simple slogan o una idea en el aire. Y cuando nos daremos cuenta de ello ya será muy tarde, amiga.

Antes de que acabe el mundo hemos decidido de ir a vivir en un pueblo de 34 habitantes. En invierno hay unas 15 personas en esta aldea que dicen es la segunda más alta de la región. Estamos a 1,200 metros de altitud y aquí hay todo lo que no tenía antes y que me faltaba: aire puro, viento, lluvia, truenos, relámpagos, árboles, montañas, silencio, paz… y poca gente.



He descubierto que una de mis prioridades es la simplicidad. Vivir lo más simplemente posible es lo que he decidido de hacer.

No me arrepiento de haberme ido de un pueblo dormitorio con 9.000 coches y dónde las compañeras de trabajo bajaban la cabeza, en la calle, para no saludarme. Les agradezco de este comportamiento. Los otros, Laika, son siempre un espejo, una puerta, una ventana. Y al verlas actuar así de repente me pregunté: ¿qué hago yo aquí? Y es cuando decidí marcharme de Olivenza.

Y agradezco a las cotorras y a las criticonas que detrás de sus sonrisas aguardaban con una navaja: por el solo hecho de verme hablar con un amigo trataban a mi marido de gilipollas. Ah, Laika, como les agradezco de haberme abierto los ojos sobre la falsedad, la hipocresía y la maldad. Sin hablar del racismo y del proteccionismo. Y del miedo a la diferencia. También agradezco a los funcionarios de haberse portado mal conmigo, de haberme mirado con desprecio, de haberse burlado de mi, de mis estudios, de mis ganas de trabajar. Les agradezco y les compadezco. Sus vidas son grises y aburridas y sólo saben divertirse insultando la inteligencia de la gente que va hacia ellos pidiendo ayuda. Pero una sabe que los funcionarios siempre tratan mal a la gente. Todo esto y mucho más ha sido la causa de que he decidido irme.

No es que yo sea una naive, Laika. A mi edad ya una no puede permitirse ser naive. Pero vivir en un lugar es también compartir, cooperar, implicarse y participar. ¿Cómo podía yo vivir en un pueblo dónde la sola verdadera actividad social era la Corrida?

Sin embargo también he sido feliz en Olivenza: me permitió apreciar el poder vivir cerca del campo, el descubrir una cierta tranquilidad, más espacio, más paz. El poder comprarme un cochecito que me ha permitido recorrer muchas autopistas y llegar hasta aquí. El conocer a gente muy bonita del Sahara Occidental que me abrieron sus puertas y compartieron conmigo un excelente té. El haber estado en contacto con una naturopata muy evolucionada y muy inteligente. El participar en un Club de lectura relativamente interesante. Pero llega un momento, Laika, en que las maletas se tienen que hacer y hay que emprender una nueva travesía. Y así va la vida.





¡Ya estamos de vuelta, Laika! Presentes y felices.

18/6/08

Hasta pronto





Laika y yo nos cambiamos de casa y de región pasado mañana y por esta razón estaremos desconectadas de Internet por unas cuantas semanas. Laika insiste en que os deseemos un buen verano. Y que pronto, cuando las conexiones se hayan restablecido, estaremos aquí de nuevo.

Un beso para todos.

¡Buen verano y hasta pronto!













13/6/08

Huelga


Laika, siempre que veo a un político siento vergüenza ajena. Y asco. NO puedo con ellos. Les tengo alergia.

Estos días, viendo al señor Zapatero, he sentido además de asco, indignación. ¿Este hombre se dice socialista? ¿Este hombre representa el Partido Socialista? Y entonces, ¿Por qué actúa como un dictador?

Me siento muy indignada por lo que está pasando en esta situación con los camioneros. Yo, Laika, los apoyo enteramente. Y la huelga que habían empezado el lunes me alegraba. Al fin alguien que se atrevía a bajar a la calle para decir NO.

Fueron los únicos y ahora son los malos de la historia. 25 mil policías han salido a la calle para restablecer el orden. Cuando hay atentados apenas se ve un policía o dos. Pero para una huelga el señor Presidente ha ordenado a 25 mil policías con matracas a golpear. Y han golpeado.

Jean Ziegler, hablando de la Globalización, dice: todo lo que hemos ganado durante nuestra Historia, todo por lo que hemos luchado, todos los avances en materia de seguridad salarial, en sindicalismo, todo, absolutamente todo, gracias a esta plaga que es la Globalización, desaparecerá. Y volveremos en un espacio histórico de gran oscuridad.

El pueblo, es decir el consumidor, no ha apoyado en ningún momento al trabajador camionero en esta huelga, que al bajar a la calle también chillaba por todos nosotros. En ningún momento el pueblo se ha dado cuenta que la huelga de los camioneros también podía ser Su huelga, el momento de expresar un descontento, el momento de decir, como los camioneros, NO. El pueblo, este obeso consumidor que se muere de asco y de miedo y que vive en un estrés furioso, se ha creído las mentiras de los políticos y de los medios de comunicación, que trabajan para los políticos. En un día han vaciado las tiendas. La idea de vivir sin su Coca Cola o su paquete de patatas fritas grasientas han hecho de él, consumidor adicto e inseguro, un frenético acaparador. Es vergonzoso y patético.

Entraremos en un oscurantismo tenebroso, predice Jean Ziegler, sin derechos, sin leyes, solo la del mercado y la del capitalismo duro, la intransigente ley del dinero. Volveremos en la Edad Media dónde el trabajador no tenía ningún derecho y era un esclavo. Hoy yo he oído al señor Zapatero decir claramente que no se podía hacer la huelga. ¿Y eso, señor Presidente? ¿Estamos en una democracia o no estamos en una democracia? ¿Tanto miedo les tiene a los huelguistas? El sistema es frágil, lo estamos viendo. Un día de huelga y es casi una catástrofe económica. Pero la catástrofe, señor Presidente, ya está aquí, desde hace meses. Y usted, payaso, tiene la audacia de decir que todo va bien. Y que los huelguistas están fuera de la ley. Tolerancia Cero, dicta usted mirándonos como si fuésemos niños atrasados mentales y como si viviésemos en los años 60.

Laika, es increíble pero es así. Duele pero esto también es la realidad, hace parte de esta realidad en la que vivimos. Lo único que podemos hacer es entender y darnos cuenta.

3/6/08

The way we were





¿Te acuerdas, Luisa? Fuimos a ver la película juntas, teníamos 15 años… y éramos tan felices y tan niñas y tan mujeres ya… Y desde entonces, esté donde esté, al escuchar la canción siempre pienso en ti. Y es como si el espacio que nos separa se volviese a unir, como por magia. Y te vuelvo a ver. Y vuelvo a ver aquellos años, aquellos años que fueron tan nuestros, tan abiertos, tan intensos. Fuimos lo que fuimos, locas y maravillosas. Alegres, aventureras, locas, amigas locas.


Tú sabes muy bien, amiga, que nunca me gustaron las películas románticas. Y sin embargo esta película, a su manera, me marcó mucho. Me impactó el personaje inteligente y vivo que hizo Bárbara: un personaje luchador, valiente, inteligente, justo. Y me impactó de ver que una pareja también podía acabar en amistad. O que una pareja podía amarse mucho y luego separarse.


Nunca más he vuelto a ver la película de nuestros 15 años, de aquellos nuestros años tan simples y complicados a la vez, aquellos años dónde aprendimos a andar en el mundo de los adultos, y siempre juntas tú y yo, siempre juntas.


¿Dónde estas amiga? Desde hace más de 20 años no sé nada de ti. Un día te llamé por teléfono, te invité a la representación de Yerma, tenía tantas ganas de compartir aquella mujer con tigo, aquella fuerza. Y no viniste y desde aquel día ya nunca supe de ti.


Los años, aquellos magníficos años de ilusiones y de aprendizajes, han pasado, pero siguen en nuestras venas, Luisa. A veces respiro y vuelvo la cabeza y te veo, riendo, insegura, amorosamente bella, tu brazo sobre el mío.


Te quiero, Luisa.


26/5/08

Las lagrimas de mi padre

Quizás sea cierto que no somos nada sin la memoria. Sin ella no tenemos un camino bajo nuestros pies en el que verificar nuestra vida.

Contigo Laika y este silencio que nos rodea, me pregunto a donde va mi vida. Tengo un largo camino recorrido, tengo mucha memoria. Hasta tengo memoria que no es mía pero la de mis antepasados. Y sigo preguntándome a donde me llevarán mis pasos. Pero quizás no es importante saberlo.

Cerca de los árboles y del silencio de la sierra de repente me he acordado de mi padre. Bueno, siempre pienso en mi padre, todos los días lo saludo, y esto desde que se marchó, dejándonos tan solas. Fue una mañana de invierno cuando quitando la nieve se le paró el corazón. Por esto todos los días, siempre, en algún momento, tengo un pensamiento hacia mi padre. Le digo: “Ves, si estuvieses aquí me ayudarías…” O: “Como te enfadarías de ver tanta incompetencia por el mundo…”. O simplemente: “Hola, aquí estoy, recordándote…”

Mi padre, Laika, fue el león de la familia. Rugía, rugía. Pero la que llevaba la batuta era mi madre. Esto nadie lo sabe y yo tampoco lo supe y durante muchos años me creí la historia de que mi padre era un monstruo. Luego supe ver que no hay una definición exacta, única para las personas, ninguna verdad absoluta, ninguna realidad tangible. Todo es subjetivo. Hasta como vemos estos árboles, Laika. Cuando los vemos, porque la mayoría de las veces no vemos nada. Solo proyectamos.

Esta mañana me he acordado de mi padre. Es de tarde, yo lo sé porqué cuando se acuesta el sol hay una luz casi mágica que entra por la ventana del piso y también lo sé porque puedo hasta oír el mar. (Entonces había menos coches, menos gente, menos ruido. Y también existía el tranvía y su canción metálica que me gustaba escuchar por las noches.)

Mi padre está sentado sobre el sofá de mi abuelita. Y está llorando. No chilla, no gesticula, no va y viene gritando. No. Simplemente está llorando, casi en silencio pero yo veo su cara, su cara triste donde resbalan lagrimas, lagrimas como las mías, como las de mis amigos. ¡Como es posible que mi padre, este ogro, esté llorando! ¿Acaso lo feroz llora?

Hoy sé, pero han pasado ya muchos años desde aquel día, que hasta los elefantes lloran, y los caballos, los perros y los gatos, los leones y también los lobos, los asesinos, los ladrones, los dictadores, las victimas y sus verdugos, todos lloramos. Todos estamos hechos de materia salina y por nuestros ojos, expresión estelar, resbalan perlas de sal. Pero aquella tarde yo no lo sabía y me quedé atónita delante de mi padre que simplemente lloraba como un gran niño triste.

Miro a mi padre hoy con ojos de mujer madura, ya no de niña. Mi padre que aquel día era más joven que yo ahora. Y ahí está, sentado sobre el sillón de la abuela. Sé porque llora y lo entiendo. Llora porque se tiene que marchar muy lejos y nos tiene que dejar. Pero también se que no solamente llora por estas razones.

¿Cuántas veces he llorado como aquel día mi pobre padre? Llorar porque no sabemos muy bien adonde está nuestro camino. O porque el camino que nos lleva lo sentimos movedizo, inseguro. Llorar por lo que no hemos realizado. Por lo que queríamos ser y no fuimos. Por los viajes que no hemos entamado. Por los caminos que hemos cogido y dónde nos hemos equivocado de ruta.

¡Que extraño que durante tantos años haya borrado de mi cabeza, de mi memoria, de mi alma, mi padre llorando! Fue la única vez que lo vi así, tan entrañable y tierno. Cuantos años han tenido que pasar para que de repente entienda a mi padre, entienda su esencia humana, su esencia universal. Su dolor, aquel día, es tan parecido al mío, algunas veces, y al de todos nosotros.

La memoria me ha devuelto a mi verdadero padre, pero no solamente la memoria. También este silencio, estos árboles, esta quietud verde. Y tú, Laika, me miras y sé que me entiendes.


10/5/08

Árbol querido



En mis lugares preferidos, Laika, y también en los tuyos, siempre habrán árboles. Me tranquiliza su presencia sabia, silenciosa. Me calma mirarlos, tan altos y esbeltos, aunque sean en muchos casos árboles espesos. Me agrada verles la cabeza en los cielos, mirando desde arriba hacia arriba. Y me apacigua pensar en las raíces que tienen incrustadas en la tierra, mi madre.

Yo, que no tengo raíces en ninguna parte, que voy vagando como una hoja en medio de torbellinos y brisas, pensar en el árbol me hace reflexionar en la importancia del suelo. Esta cuna simbólica, este espacio que nos une y nos ata en lugares y puntos que aguantan nuestros andares. Yo, que no tengo patria ni patrimonio, mirar un árbol es mirar lo que es, simplemente. En este caso es contemplar la fuerza viva que aguanta intemperies, cambios, estaciones, que soporta el calor como el frío. Y todo esto con serenidad y silencio.




Árbol amado… amigo de madera y de savia, de energía verde. Eres un cuerpo de vida, de oxigeno, de entendimiento subterráneo. Al mirarte, al contemplarte, veo a un hijo de la tierra que ha decidido quedarse quieto para hablar de la estabilidad, para comentar, sin palabras, sin suspiros ni quejas, de lo que la tierra contiene en sus entrañas, su fuerza, su rectitud, su presencia eterna y visceral.

Ah, Laika, como me gustaría ser árbol, simplemente un árbol y dejar reposar sobre la tierra mis pies inquietos, mis raíces inquietas, mi mente inquieta. El cuerpo humano es como un árbol, pero nos olvidamos que lo que nos une a la tierra no es la cabeza, con sus ideas y sus ilusiones, sus falsas esperanzas, sus químeras... sino los pies, base de todo nuestro ser corporal.


Los pies, tan cerca de la divinidad, de la búsqueda, de la caza espiritual. Pero también, si tengo pies soy tierra, hija de Gaia. Aquí estoy, peregrina. Mis pies, como las raíces de los árboles, me unen a la tierra, permiten mi contacto con ella, siento su piel en mis plantas. Mis pies, mis raíces, son también mi realidad.

Y así voy andando, con mis pies. A veces ando mal, otras veces ando bien.

¡Cuantas veces he tenido alas en mis pies! Como los de algunos ángeles.





Pero mis pies no son perfectos. Y por esto cuando contemplo al árbol desearía ser árbol. Ser hogar, calido, caluroso. Ser lugar de regeneración constante, como lo es el Cosmos vivo.

Enfrente del árbol, a sus pies, sé que hago parte de este ciclo tan maravillosamente perfecto de la evolución cósmica: vida, muerte. Cuantas muertes en mi vida que tengo que aceptar, me murmura el árbol. No tengas miedo…

Mírame, afirma el árbol. Soy el ejemplo de los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por mis raíces que llegan desde la hondura de la tierra; la superficie de la tierra, con mi tronco y mis primeras ramas; la altitud, con mis ramas superiores, y mis cimas llamadas por la luz del cielo.

Soy agua y fuego, soy aire y tierra. Soy todo.

Laika, cuando juntas nos sentamos bajo la sombra de un árbol y escuchamos el canto de los pájaros, o el de las cigarras, es como renacer quietamente de un largo espacio sin forma. Aquí, apoyadas a esta fuerza de madera y de aire, retomamos posesión de algo sin nombre, quizás de un lugar llamado la Gracia del presente...

5/4/08

Fantasías

Tengo muchas fantasías con animales, Laika. No sé de donde vienen, no sé si algún día se realizarán. Este mundo animal, vivo, colorido, alegre, está en mi bosque interior.

Laika, me gustaría besar la frente de un león, pasear mis manos sobre sus espesas orejas, mimar con delicia sus largos bigotes.

Y como desearía acariciar la piel de una ballena, mi madre del agua y del alma. Y sentir el roce plateado de un delfín entre mis piernas, oir su risa y contemplar la sonrisa más inteligente del planeta.

Por la noche me imagino la tibia piel de un oso polar sobre mi espalda, energía viva, energía salvaje.

Y a veces me veo en los brazos de un majestuoso gorila, bondad y sabiduría en su mirada posada sobre mí.


¡Laika! Si cierro los ojos veo una delicada serpiente entre mis manos, la percibo tan nitidamente, oro y seda su cuerpo sobre mis hombros...




¡Como desearía subirme sobre una esbelta jirafa! Y abrazarme a su largo cuello de cuero extraordinario.

Y reposar mi frente en el recodo del vientre tierno de un panda. Ser panda durante unos instantes infinitos, simplemente.

Andar acompañada de un toro, como si fuese un viejo amigo mio, montar sobre su espeso y tierno lomo y pasearme en medio de un bosque y escuchar el silencio verde... y callarme.

Jugar a escondite con un chimpancé. Y luego darle mi mano.

Sentirme mona, orangután. ¡Sentirme salvaje, libre, liana! Ah... Como me gustaría, si...





¿De dónde vienen estos ensueños animales? Son alegres imaginaciones de mi mente revoltosa, cuadros dónde entro y me hundo en medio de un júbilo visceral, palpitante, fuerte...como el latido de mi corazón.

(Acariciar con mis dedos torpes las delicadas pestañas de un elefante. Dormir acurrullada rodeada de lobos canadienses. Y aullar a la luna y sus noches de estrella.)

Estos animales hacen parte de mi mándala interior. A ellos voy cuando estoy triste, perdida. Ellos me dan energía, en mis sueños y mis alucinaciones. Y sin ellos, no soy nadie Laika. Mi vida no tendría sentido.

Y tú Laika, tú también haces parte de este lado claro de mi corazón...