6/8/10

Esta inminente guerra



Esta inminente guerra, que se produzca este mes o el próximo o el año que viene, esta guerra planificada y empezada en Irak después de los atentados cinematográficos del 11 de septiembre ha tenido que producir un cambio en nosotros, es inevitable, creo. Esta guerra contra un pueblo que no es guerrero ni un país que nunca ha atacado a otro país, esta guerra programada por los Estados Unidos, tiene que despertar algo, aunque sea un trozo de conciencia. Y esta conciencia de repente a flor de piel tiene que hacernos darnos cuenta que la mayoría de la gente pasa completamente de esta inminente guerra, que no saben ni donde está Irán, que de todas maneras les importa un pepino que se bombardee ferozmente a Irán o a otro país, que no se preocupan de que el Imperio lo que quiere es gobernarnos a todos a cuesta de sufrimiento y miseria. No están concientes y nuestro despertar es doloroso en parte porque somos testigos de esta inconciencia.


Algo ha cambiado en mí, estoy segura. Este despertar ha producido una cantidad de emociones en mí, entre ellas la compasión y el amor. Un amor terrible hacia la humanidad, un amor incondicional hacia la tierra, un amor doloroso aún así hacia estas personas que no ven nada, que siguen con la rutina como si nada pasase, que cuando les caiga el fuego encima (las consecuencias de una guerra en Irán serán terribles, entre ellas la subida del precio del petróleo a tal punto que no podrán gozar de sus amados coches) seguirán inconcientes, seguirán creyendo lo que les dicen los diarios o la tele. Porque aunque el mundo esté en el borde de un gran abismo irreparable ellos continúan, imperturbables y absolutamente embobados, mirando las porquerías en la televisión, y siguen viendo los programas que deseducan, y siguen escuchando la boca abierta como tontos todas las imbecilidades que les dicen. Es así y no hay nada que hacer.


Pero a mí personalmente esta guerra que aflora en el horizonte me ha hecho tomar conciencia de la fragilidad del ser humano, del deseo inconciente de la humanidad por la guerra, de la fascinación que tiene la guerra dentro de nosotros, en el mero rincón de nuestro inconciente, el mío incluido. Y me pregunto por que. Y busco una respuesta pero aparecen muchas preguntas. Y no se por donde empezar. Y ando por la calle y miro a la gente con una ternura nueva, y me siento como una abuela, con una sabiduría que yo misma ignoraba en mí, pero una sabiduría que se rompe en mil pedazos ya que se queda en mí. Y si mi abuela, ella que vivió la guerra, estuviese aquí quizás me miraría con ternura, como yo miro a mis vecinos que no saben que el mundo está a punto de caer en un abismo irreparable.


Ya lo he dicho, no es una obsesión pero quizás sea una obsesión, ya ni se. Me digo que mi bisabuela vivió la guerra, y mis abuelas, y mi madre y mi padre y ahora, por la fuerza de las cosas, quizás yo la viviré. Pero esta guerra no será como las otras, en esta guerra, si tiene lugar, todo acabará, nuestra cotidianidad ya no será la misma, todo se derrumbará, caerán las culturas y los mitos, se derrumbarán nuestras vidas en mil pedazos bajo un cielo ocre de sangre y de muerte. Muchos analistas serios predicen, con razón, el final puro y simple, de nuestra civilización.


Ya no tengo ninguna abuela para consolarme y calmar esta inquietud que brilla y oscurece a la vez mis días y mis noches. Muchas veces cierro los ojos y me imagino a mi abuela mirarme con cariño. Mi abuela tenia una manos bellas, como manos de pianista ella que solo trabajó como limpiadora. Y sus manos cuantas veces se pasearon sobre mi frente. Y ahora ella no está para calmar mi frente donde hay luces extrañas que me producen migrañas de tanto mirarlas. Quizás soy la única en ver estas luces, me digo. O quizás no.


Me digo, constantemente como una letanía, mira este cielo, mira estos perros y gatos que tanto quieres, mira lo que te rodea, la luz del sol, el verde tierno del campo, la suavidad de las noches estrelladas, el hombre que comparte tu vida míralo con esto que se ha despertado con tanta fuerza en tí porque pronto todo esto basculará en un lugar que todos desconocemos pero que será oscuro y triste y pálido como una tumba. Este verano quizás sea el último verano sensato en tu vida.

2 comentarios:

Flor de Ceibo dijo...

Mi querida, nó, no sos la única que piensa así, tanto que a veces pienso que no quiero tener nietos.
Un abrazo universal

Lydia dijo...

Ah, gracias Flor, es bueno oir una voz que me asegura que no estoy loca. Yo no he tenido hijos porque soy pesimista y no lo veo muy claro como todo esto va a terminar.

Un abrazo,