
A veces mi jefa es muy amable, Laika. Es cariñosa y sonríe y es inteligente. Cuando es así la abrazaría, la cogería entre mis brazos y hasta le daría un beso en las mejillas. Otras veces, sin embargo, es insoportable, está de mal humor, chilla, insulta, y entonces la estrangularía para hacerla desaparecer de mi vida ya de una vez.
Y yo me pregunto: ¿cual de estas dos mujeres es mi jefa?
Los budistas me dirían, quizás, que ninguna de ellas es mi jefa, o que mi jefa no existe, que tampoco yo existo, que todo es una ilusión. Los zen budistas alomejor me dirían que no existe una jefa mala y otra buena, que no existe ni la maldad ni la bondad, que no hay nada. Y que en este nada, en este vacío hay mi jefa y yo.
Francamente Laika, yo no sé ya que pensar.
Si mi jefa no existe, ¿quien es esta mujer? Si ella no existe ni yo tampoco, si todo es una ilusión entonces mejor me quedo en casa con una buena novela de Joseph Wambaugh. Y punto a parte.
Pero la pregunta persiste y me gustaría contestarla. Sin conceptos me gustaría ver quien es mi jefa, si existe.
Sin conceptos.
Quizás ella es cuando el otro día vi su mirada triste. Ella es esta mirada triste que me habla de algo misterioso, de algo inaccesible y a la vez entendible sin palabras, sin ideas. Cuando vi sus ojos, muy tristes, conecté con una persona que era muy semejante a mí. Con ilusiones, con fracasos, con decepciones, alguien que anda sobre este camino que es la vida.
Y también cuando hoy la he visto pasar el aspirador, en la recepción. Su pose melancólica y pensativa me ha emocionado mucho. ¡He visto a alguien tan semejante a mi propia naturaleza! Y durante unos segundos la he estado observando sin reflexionar sobre nada, solo viendo a un ser pensativo y melancólico.
Buda dice que todos llevamos un buda dentro y se pues que mi jefa, cuando es amable y cuando no lo es, tiene este buda dentro de sí. Esta capacidad de amar, de comprender, de conectar. Este potencial de don, de vivir la compasión, de compartir.
Y al igual que mi jefa, yo también Laika, me olvido de que un buda está en mí, este sol que lo aclara todo como agua de cristal. Y que alegra el corazón. Y que todo, de repente, tiene un sentido. Aunque nada exista, ni el sentido, ni mi jefa ni yo.