27/12/07

Benazin Bhutto (1953-2007)




Ha muerto. La han asesinado.

Mira Laika, mira esta mujer tan bella, tan fuerte y valiente que quiso luchar contra un dragón implacable.

Un dragón con pantalones y barba. Con mente atrasada, ideas retrogradas. Un dragón que está por todas partes, que huele a dinero, a petróleo, a armas, a contrabando.

Un dragón que no tiene cara, tiene mascaras con muecas espantosas y horripilantes.

Ella, la señora Bhutto, quiso luchar contra este monstruo cínico y maloliente. Un monstruo que sólo goza matando, destruyendo, aniquilando, violando, que es sádico, que maltrata a los niños, provoca hambrunas, disfruta cuando cortan cabezas a las mujeres porqué parece ser que es una abominación pintarse los labios o escuchar a Chopin...

Machistas. Una banda de machistas asquerosos y malparidos es este dragón.

No es un cuento, Laika, es la realidad, una realidad que a menudo nos da tanto asco que no nos atrevemos a mirarla de frente. Nos da miedo pero volvemos la cabeza de lado y pasamos de largo, como si no existiese esta realidad que más de la mitad del planeta vive, día a día, sin piedad. Pero esta realidad es también nuestra realidad, y cuando matan a una niña allá, en aquel infierno, están matando a mi hermana.


Ella, la gran Bhutto, quiso pelearse. Tenía ideas, tenía conocimientos, tenía soluciones prácticas. Pero el dragón pudo más que ella, que sus ideales, que su conciencia, que el ardor de aquellos que la seguían porque sabían que ella podía abrirles puertas, ideas, caminos de esperanza.

Mira Laika, me duele mucho esta muerte, más de lo que yo pensaba, me duele por tantas cosas, entre ellas porque estoy harta, harta de ver tanta injusticia, sin parar, día tras día. Y cuando alguien, como Ella, quiere luchar contra esta injusticia y es acribillada por un asesino del Caos se me hiele el corazón de una rabia sin nombre, de una pena insondable…que yo misma no reconozco.

¿Hasta cuando el dragón seguirá matando, destruyendo?

¿Qué puedo hacer yo desde mi soledad, desde mi pequeña vida, desde mi cotidianidad?

Era una mujer bella, fuerte, una guerrera. Era amable, inteligente. Era una mujer que supo enfrentarse a su destino. Yo la admiro. Y no sé que decir, ya no se que decir. El silencio de esta muerte me deja en un limbo sin nombre.

Ya no sé que decir, Laika.

26/12/07

Los suspiros de mi abuelita





Yo siempre he sido una mujer inquieta, Laika, por esto me gustan con pasión los libros que tratan sobre las guerras: porqué en ellos mi inquietud siempre se ha visto respondida, no porque estos libros traten de la guerra, pero sí de cómo los humanos se comportan en tiempo de guerra. Y en tiempos de guerra, como decía Saint-Exupéry, lo bueno y lo malo de la humanidad se deja ver tan nítidamente. Como una luz solar.


Lo más exasperante es ver que nada cambia, Laika, que el ser humano, por muy bueno que sea o muy malo, no hace que las cosas cambien. Seguimos en las cavernas, oscurecidos por nuestras envidias y nuestra mente insaciable de poder.


Siempre habrá miseria, solía decir mi abuelita. Esto no lo digo yo, especificaba. Esto lo dicen los grandes maestros. Entonces no sufras tanto, hijita.



De vez en cuando mi abuelita suspiraba muy hondo, y ahora sé que sus suspiros eran como una especie de OM, la inspiración-expiración del universo.


No creas que son suspiros de vieja mujer cansada, me sonreía mi abuelita. Aprende a suspirar y aprenderás a calmarte.


Ella que no sabía de Yoga, sabía sin embargo que el suspiro, o esta energía que uno transforma en paz interior, es esencial para vivir. Yo tampoco sabía pero ahora si. Aunque sigue la inquietud.



Laika, ¿tú puedes entender lo que está pasando en este mundo? Tú que eres la sabiduría, dime que es lo que está pasando. Apacigua este desasosiego mío que ni Saint-Exupéry puede amansar. Calma esta ansiedad que late como el corazón de un animal herido, constantemente late ante tanta miseria e ignorancia.


Estos niños en Irak, en China…en todas las partes del mundo, estos políticos mafiosos y este petróleo asesino. La avidez humana es insondable como una nube fuliginosa, negra.


Mi abuelita, cuando hablaba de los políticos, suspiraba. Decía que eran unos pistoleros tramposos sinvergüenzas. Cuando discutíamos de la guerra, de las que ella había vivido y de las que estaban ocurriendo, suspiraba y me aseguraba que todo era una espiral, una especie de laberinto. Miraba el furor rojo de mis ojos oscuros.


No sufras inútilmente, ¿Ves mis rosas? Cierra los ojos y suspira. Con la barriga, hija, con la barriga, centro de todo, de tu universo, del universo entero. Centro del laberinto.


¡Que sabia era mi abuelita! Ella calmaba, momentáneamente, este malestar mío que reconocía en ella misma.


Aquellos veranos yo le hacia masajes en los pies, era como una especie de rito y a ella esto le gustaba mucho. Aseguraba que mis masajes eran muy importantes, casi tan importantes como los suspiros. Ah, los pies, murmuraba mi abuelita. Lo bello que son los pies, todos los pies de todos los seres humanos, que buenos que son y que fuertes. Y que pacientes… Y andan y andan sin parar, dan vueltas, se equivocan de camino, andan en esta espiral interminable… eterna.


Hoy mi abuelita no está para aliviar mi insaciabilidad de saber, de querer comprender esto tan extraño, tan insólito que es el ser humano. Ni mi abuelita, ni mi madre, ni mi padre. Sola estoy ante tanto misterio.


Laika, ven… Iremos al parque. Iremos a pasearnos entre los árboles. También a mi abuelita le gustaban los árboles, más que gustar los amaba con ternura, como si fuesen niños. El silencio de los arboles es como el hablar del agua, decía. Cuando el ruido del mundo, cuando el furor del planeta te duela, acércate a un árbol, niña. Y suspira.

22/12/07

Tres años

Mañana, Laika, hará tres años que mi madre murió, allá, en un hospital de Barcelona. Y sin embargo parece ayer. Es como si el tiempo no hubiese pasado y siguiese parado en aquella habitación triste y blanca.

A ella le dedico, esté dónde esté, esta canción tan bonita, esta melodía que para mí significa lo bello y lo duro de la vida. A mi madre le gustaba Romy Shneider y a mí me sigue apasionando Michel Piccoli.

Laika, escucha...

21/12/07

Una pequeñita luz

16/12/07

La gente


Cuando se quiebran las fronteras del yo, se comprende que no hay nadie en casa
Menzan Zuihô








Yo no creo en los políticos, Laika, ya que considero que no estan muy bien de la cabeza. Pero sé que ha habido buenos líderes y si reflexiono un poco, lo que es raro, te podría nombrar a dos o tres. Allende creo que fue uno de ellos y Gandhi también. El Buda es mi preferido y Sankara. Pero han sido tan pocos, y han sido más, pero nunca se habla de ellos. Y es una pena, Laika.



Con los dedos de las manos se cuentan estos hombres íntegros que nos faltan por su valentía, su coraje y sobre todo por su bondad. El resto, como dice muy bien la expresión francesa, ça ne vaut rien. Mais rien de rien...


Entonces hoy, viendo las noticias, he pensado que lo que importa no son los políticos sino más bien la gente. La gente normal y corriente, las pequeñas hormigas que viven sobre la tierra y luchan y sufren y mueren desapercibidas. Es decir, nosotros, la humanidad. Esto realmente cuenta, creo. Cada uno tiene una vida y esto es lo que hay. Nada más ni nada menos.


Laika, si miras bien a la gente entras en mundos realmente fabulosos y sorprendentes. Entras en la verdad, la realidad. La gente, cuando te fijas en ella, cuando la miras y te callas, cuando te acercas a ella con humildad, es una puerta hacia la verdad. Cada persona es portadora de una verdad bien particular, bien individual. Cada persona es un mundo, un firmamento, un paisaje, una música, un poema.


Me gusta mirar a la gente. Mirarla de lejos, de cerca, de lado, boca arriba, boca abajo, en la oscuridad, bajo la límpida luz solar. Pero mirarla. Y cuando hago este pequeño ejercicio de mirar, me pasa algo curioso. Por una parte, me olvido de quien soy, pierdo mi identidad, ya no soy yo pero el Otro, soy energía abierta, que capta; por otra parte sigo siendo yo pero otra, energía que da, que alimenta. Una energía que solo es emoción y vibración. Esta energía que muchos dicen que es como una luz y claridad y entendimiento. La misma energía que la del universo.


Mira… mira a la gente Laika... mira como es bella la gente, como lucha la gente y vive y ama y sufre... la gente. Como nos parecemos todos en esta marcha. Como somos iguales aunque nuestras vidas sean tan distintas. Aunque no tengamos el mismo color de la piel, ni recemos al mismo Dios. Como nos parecemos en nuestras diferencias.


¡Me gusta, me gusta tanto la gente, Laika! Porqué río con ella, y lloro con ella y me enfado y me veo en la gente, espejo y reflexión. Ah, este niño que acaban de matar es mi infancia que yace destrozada en el suelo, es mi pequeño hermano, mi desconocido hermano que acaban de matar. Y esta mujer asesinada es mi rabia que se despierta y grita de la muerte de una compañera. Los abuelos abandonados y dejados de lado son mis padres y mi propia vejez que veo en ellos... Y mira, mira esta pareja que se besa con dulzor, cuantos amores míos en estos labios ajenos, ¡y cuantos amores futuros! Y este trabajador que entra por la puerta, agotado, lleva en él todo el cansancio de su vida, de la mía y de la tierra, de la humanidad entera…


Hoy en las noticias he mirado a gente llorar, siempre hay gente que llora, que chilla, y que
sufre. Es tan triste ver el sufrimiento en los otros y lo único que yo puedo hacer es mirar en silencio pero desde un silencio vivo, un silencio presente, un silencio desde la comprensión.


Así es, Laika.

9/12/07

Mis manos


Con estas manos que ves y sientes, Laika mi amiga, he acariciado y he amado. Y he calmado. Son mis manos, de dedos largos, uñas cortas. Unas simples manos que ahora se pasean sobre tu frente como queriendo adivinar tus pensamientos. ¿En que piensan los perros? ¿Que imágenes sobrevuelan en vuestras mentes? ¡Que misterio!

Has cerrado los ojos, perra amada, bajo el bálsamo de mis yemas.

Estas manos que también han roto, con rabia y odio. Han dado golpes como puños de hierro. Y sin embargo ahora abren un libro con ternura y sienten el rígido tacto del papel. O se dejan acariciar por el líquido ser del agua. Son manos humanas, manos que siempre buscan con pasos ciegos.

Un día tocaron la frente fría de mi madre.

Has cerrado los ojos, Laika, respiras con tranquilidad canina, algo que siempre admiraré, está tranquilidad canina. Quizás, mis manos te recuerdan la ternura peluda de tu madre, al principio. Quizás, ahora, tocarte con suavidad la frente y luego tus orejas puntiagudas a mí me llega el recuerdo del tacto animal cuando nací. No sé. Lo que sí sé es que me gusta acariciarte con mis manos, mis manos que no saben como tocar y tomar, que nunca han sabido como dar, como recibir. Pero contigo, perra de mi vida, sí que sé, es como si mis manos fuesen dos patas, como las tuyas. Entre tus patas y las mías no hay barreras, hablamos el mismo lenguaje.

Siempre me sorprenderá la belleza simple de una pata de perro. Y de unas manos, continuación del cuerpo, que captan energía. Cuando alzo las manos en el aire, dedos extendidos, recibo toda la fuerza del cielo a través de ellas.

Que estas manos mías sean tus antenas, Laika, para recibir todo el amor que siento por tí, amor no solamente mío pero del firmamento y que gracias a ellas, manos humanas, puedo ofrecerte.

8/12/07

Un simple recuerdo


Hoy Laika he soñado con Ibrahim.


Y a raíz del sueño, Laika, me ha llegado un recuerdo. Cuando he abierto los ojos me encontraba en otra habitación, en aquella casa situada en pleno centro de Dakar. Pronto vendrán las niñas a traerme el té tan bueno con rebanadas de pan con mantequilla. Las voces suaves y melodiosas de las mujeres me llegan como de muy lejos y es que la casa, la casa de Ibrahim y de su familia, es muy, muy grande. Hermanos, hermanas, primos, tíos, abuelos, nietos, todos viven en ella, en completa armonía. Aun no sé quien es quien, lo único que sé es esta quietud alegre, en mi corazón. Esta paz interior.

Maimuna vendrá a buscarme y juntas iremos al mercado y antes de comer quizás vayamos al puerto, quiero ver de lejos la isla de Gorée, de la que me han hablado tanto. Es un museo histórico ahora, esta isla, un lugar de peregrinaje, un espacio sagrado en recuerdo a todos aquellos que fueron llevados hacia América como esclavos. La isla no ha cambiado, sigue la misma fortaleza que fue una prisión, sigue la misma plaza dónde millones de africanos fueron vendidos y empujados hacia los barcos. Maimuna me dice que si uno cierra los ojos es posible oír aún los llantos y los gritos de los hombres, de las mujeres y niños. Y el sonido de los latigazos abriendo la piel de ébano. Mercado humano, matadero indecente y monstruoso la pequeña isla de Gorée. A Maimuna no le gusta mucho hablar de esta isla. Cuando la visite iré sin ella. Hay recuerdos que el tiempo no ha borrado, que jamás el tiempo borrará. Como este recuerdo tan simple que es para mí, hoy, aquella casa tan buena donde, por primera vez en mi vida, tuve vergüenza del color de mi piel y amé, con furia y pasión, la otra piel.

Pero de esto hace mucho tiempo, Laika. Esto solamente ha sido un pequeño recuerdo y nada más.

7/12/07

La sonrisa de los niños


Laika, estos niños... Sólo querían caramelos. Me los imagino, sus manitas buscando y pidiendo, sus sonrisas soleadas, sus ojos brillantes... Con lo rico que son los caramelos, con lo buenos que son los niños...

Míralos jugar y saltar. Que color de pelo tan brillante, como algas oscuras. Y estos ojos dónde la luna se viste de negro y blanco.

Son niños, simplemente niños. Saltan y bailan y les gusta jugar y soñar. Ríen cual pájaros salvajes. Son los niños del tercer mundo. O del cuarto y hasta del quinto mundo.

¿Laika, acaso no te gustaría jugar con ellos? No piden nada más que un poco de atención. Están contentos y son simples. Son niños.

Son las raíces de la tierra, sobre todo ellos, son sus hijos. Su futuro roble. Su descendencia... Y mira como los tratamos. Mira como los matamos. Como los hacemos morir de hambre, de sed... Viven en la miseria más grande y abyecta y soportan las guerras que construimos y programamos. ¿Como es posible que los tratemos de esta manera?

En momentos así, cuando mi mirada vitriólica ve la realidad tal como es la realidad, hago el ejercicio de fijar mi atención en cosas cercanas que calman, gestos cotidianos para transformarlos en una especie de lucha interior contra lo que la barbarie quiere producir en mí, una capacidad insuperable de veneno. Ya que este es el objetivo de la barbarie. Y no quiero, no quiero...

Entonces, para mí, es un gran reto seguir viendo la belleza en las pequeñas acciones. Y además con conciencia y con una presencia que haga de mí una persona libre, alegre y buena.

Si, Laika, es un gran reto y es muy difícil.

Ven, ven Laika. Hoy prepararé un té como lo preparaban mis amigos los senegaleses. Prepararé el té para calmarme y sentirme bien. Para dejar de lado la mente y transformarme en solamente gesto. En gesto calmante y gesto presente.

Esta tetera que ves es de azul de mar y es lo único que cuenta en este momento. Es una buena tetera maciza, de cobre su materia, resistente. Es una tetera que quiero mucho porqué me recuerda un momento importante de mi vida, un invierno en Africa dónde aprendí a ser una persona responsable. Si, fui muy feliz y en parte por la constante presencia de los niños que siempre, siempre venían a mirar como una blanca preparaba el té. ¡Y como sonreían los niños! Sin malicia y con cariño y ternura, ya que preparar el té no es tarea fácil y se necesita mucha, mucha paciencia. Ellos miraban y sonreían. Y el té se hacia gracias a ellos que acompañaban mis gestos con palabras dulces y buenas, con una presencia suave, uno alimentando el fuego, otro aconsejando sobre la cantidad de té o de azúcar que se tenia que poner, y como había que verter el agua y luego empezar todo el proceso de nuevo...

Y sonreían, si... Laika, nunca he visto sonrisas como aquellas. Eran tristes y alegres a la vez, estaban llenas de compasión, de entendimiento. No pedían nada, solamente otra sonrisa.

Y así aprendí a hacer el té, sonriendo. A veces una mano oscura y suave rozaba mis dedos torpes como para calmarme y guiarme. Mi corazón latía fuerte y me sentía feliz, feliz. Y siempre había té para todos, adultos y niños. Y el té era bueno, buenisimo. Era un té lleno de comprensión y de alegría. Y durante todo el rato yo había olvidado quien era, de donde venia, había olvidado el color de mi piel, mi cultura, mi vida. Había hecho un té, con una tetera de color azul, con una tetera maciza y fuerte como el lazo que me unía a ellos, aquellos niños que eran niños y sonreían.

¿No hueles, Laika? ¡Que bueno está este té! Y lo vamos a tomar recordando un momento mágico en mi vida y lo tomaremos en honor a estos niños que han muerto por ser niños y querer caramelos en un mundo que odia a los niños. Y tú y yo después saldremos como nuevas, desalteradas y fuertes para afrontar un nuevo día.

6/12/07

Leyendo a Marcel Proust


No hubiese tenido que coger este libro, uno de sus ocho, ni abrir ninguna pagina, Laika, esto por seguro, pero la curiosidad sádica de volver a probar su escritura y la de volver a entrar, como se entra en un espejo mágico, estos espejos mágicos que hay siempre en los cuentos de hadas, espejos maléficos, abridores de puertas dando a profundidades misteriosas y temidas pero que la heroína tiene que abrir, mirar en el espejo que quizas estaba situado en un recodo de la habitación donde su vieja abuela se moría de una de estas largas y temibles enfermedades que corrían en aquellos tiempos, como corren y saltan los monos enanos en las junglas amazónicas sin darse cuenta que al saltar de rama en rama dejan caer frutas o trozos de ramas que pueden ir a parar sobre la cabeza del andante aventurero que pasaba justamente por ahí, y que hacían de su vida junto a la anciana moribunda largas y tristes vacaciones de un verano sin fin, sin comienzo, para entrar en la profundidad de ella misma, profundidad parecida a la de un pozo como los que, durante mi infancia que pasé muchos veranos en casa de mi abuelita, habitaban en los jardines secos y tristes de sus vecinas, casa la Pepita, o ¨ vieja Pepita regañadientes ¨ como la llamaba mi abuela, pozos que al verlos, siempre me recordaban la muerte de alguno que otro niño (siempre hay historias de niños tirados en los pozos) y que me producían mucha tristeza. Más tarde el simbolismo del pozo se aligeró al ver las películas de Akira Kurosawa, en un momento de mi vida dónde el arte nipones me ayudó a salvarme de una depresión durante un largo invierno canadiense yo sola en un piso en una ciudad verde y solitaria, pero Laika eran pozos dónde los niños veían en ellos estrellas palpitantes y de plata, veían en la profundidad de sus aguas un firmamento abierto y azul, amorosamente humano, que les iluminaba los ojos en forma de media luna, y ellos reían al verse en las aguas tenebrosas de aquellos pozos dónde un niño se había tirado, incapaz de ver el firmamento estrellado. Y es efectivamente entrar en algo inseguro como es el tiempo que produce en mí leerlo estirada sobre la cama, o en el jardín mientras tú juegas con tus amigos los perros y el sol resbala de lado sobre las hierbas aún húmedas del amanecer cuando la ciudad aún no lleva en sí su fuerza devastadora, un tiempo fuera del tiempo, y nace en mí como una sensación de agobio total, por su grandeza y su infinita visión de algo que no se puede medir, el tiempo, su concepción más bien vertical que horizontal, (lo que me recuerda esta visión que tienen los budistas del camino que hace el alma en sus a-temporales viajes), y es tan fuerte este agobio que muchas veces dejo el libro de lado y me digo ¨ basta ¨ pero poco rato después vuelvo a cogerlo como si fuese una caja de algún tesoro escondido por algún pirata y la voz de mi abuela me dice que pare de leer y que de ¨ tanto leer tonta te volverás ¨, pero yo sigo y me hago la tonta, el jardín brilla bajo la luz de un sol que es como una gruesa mano de titán, potente su luminosidad sobre una palmera que hay en medio del jardín desmoronado de la casa de mi abuela pero que ella adora porqué le da un poco de sombra por las tardes dónde este sol, que es fuerte y que debe ser, para la niña que soy en aquellas tardes amarillas, de una deidad terrorífica y destructora, lo seca todo, los rosales que ella ha plantado con tanto cariño, sus plantas aromáticas, sus tomateras, y sigo leyendo haciéndome la tonta o la sorda un libro de aventuras de unos niños que viven la Primera Guerra Mundial (en Francia, en algún pueblo de la Meurthe et Moselle) como un juego vital que hará de ellos unos adolescentes intrépidos y valientes, más tarde, y que está haciendo de mí una adicta de lo que es el leer, este viaje en la interioridad de mi misma, una puerta que abre sobre mi firmamento interior, que debe ser azul como el fondo del mar y habitado por mundos extraños, seres más incongruentes aún que lo que puede imaginar mi dormir con sus sueños, libro que ahora es el abrir de Proust en mí, de su visión extraordinaria de la vida, de su fe en el sentir y el vivir, Laika, ¿me entiendes? y no paro de marearme al leerlo como si mi mente, pero más aún, mi inteligencia y hasta diría yo mi espíritu hubiese encontrado una entrada secreta en una espiral, se hubiese introducido en ella, de ahí este mareo y este agobio y estas ganas de tirar el libro por el suelo, pisotearlo, destruirlo, o tirarlo por la ventana y que caiga sobre la cabeza de algún transeúnte distraído que al recogerlo mirase el titulo de la cobertura y se preguntase quien es este autor, Proust, y abriese la primera pagina por curiosidad, simplemente por pura curiosidad ya que después de todo este libro le ha llegado del cielo, como fruto divino, y no puedo ya que estoy en ella, magnifica y bella espiral, muchos la comparan a una gran catedral, críticos de gran nombre hasta pueden definir de que manera estaba creada esta catedral que fue su obra, pero yo prefiero verla como una simple espiral, más cerca de la naturaleza que él amaba tanto porqué en ella había encontrado tantas respuestas, inmensa espiral como es la vida y es mi vida ahora leyendo a Proust.

Milagros



Oh God, I thank you for having created me as I am. I thank you for the sense of fulfilment I sometimes have; that fulfilment is after all nothing but being full with You. I promise You to strive my whole life long for beauty and harmony and also humility and true love, whispers of which I hear inside me during my best moments.
Etty Hillesum

Laika, yo creo en los milagros...

Mira, mira que milagro es el haberte conocido y compartir algunos años contigo. Que regalo tan fantástico que la vida me ofrece con tu presencia constante y buena.

Laika... cuando nado en tus ojos veo en ellos el reflejo de la luna. Sí, tu tambien crees que es milagro mi presencia a tu lado. Y tú y yo somos como un espejo una para la otra. Y así hasta el final.

Tú me haces ver la luna en mis ojos.

¡Y es que la vida, la vida es tan así! ¿Cómo decir? La vida es un milagro en sí, una rareza, un misterio, un tesoro.

Milagro vivir. Milagro cuando por la noche me despierto y al volver la cabeza veo la presencia suave del hombre de mi vida, a mi lado y vivo, durmiendo, respirando, su corazón latiendo, su sangre fluyendo... Aquí esta, a mi lado, hasta el final, hasta que la vida diga basta.

Solo tengo que estirar el brazo, rozarlo con la mano, acariciar esta vida con mis dedos. Pero prefiero mirarlo y apreciar este instante que es un regalo, que pide silencio.

El silencio es una manera de contactar con el milagro.

Laika, la vida está llena de milagros, o llámalos como quieras estos instantes que de repente, como un rayo, nos enseñan un lado mágico de la vida, un lado sin fronteras ni barreras. Donde la mente está tranquila y ve la realidad sin mascaras. En realidad los milagros se dejan percibir cuando los ojos ven con la mirada del alma.

Que difícil se nos hace ver lo milagrosa que es la vida. Entre la guerra, la violencia, las penas y las desgracias. Y sin embargo, hasta en medio de todo esto el milagro yace, como una perla.

Déjame contarte una anécdota... En una de las mejores películas sobre la segunda guerra mundial, Slaughterhouse-five de George Roy Hill, hay una escena de mucho impacto que habla del milagro. Una fila de soldados presos americanos anda en medio de la que fue una de las ciudades más tranquilas y bellas de Alemania, Dresden, y que los aliados acababan de bombardear sin parar, durante tres días, del 13 al 16 de febrero de 1945, hasta aniquilarla totalmente. Ahora solo quedaban escombros, muerte, desgracia.

Pero en medio de toda esta tragedia va nuestra fila de soldados con la mirada perdida ante tanto horror y tanta devastación. De repente un soldado se aparta de la fila, vigilada por soldados alemanes. Acaba de ver algo en el suelo, una cosa extraña, un objeto misterioso. Lo recoge y lo muestra a su compañero. Se trata de una pequeña figurita de porcelana en forma de bailarina, algo tan frágil y tan delicado, inconcebible que una cosa así haya sobrevivido bajo tanto bombardeo y sin embargo aquí está en la mano del soldado que la mira con ojos maravillados como si viese la vida misma con su misterio y sus polaridades. Pero por el hecho de haber cogido algo del suelo este hombre testigo del milagro es instantáneamente fusilado por los soldados alemanes.

En medio de las ruinas había un tesoro escondido. Y esta es la anécdota que habla del milagro. Habla de la vida, de la muerte.

Si, Laika, los milagros hacen parte de todo esto que es la vida, todas las desgracias y las penas, los altos y los bajos, las oscuridades, el miedo, la alegría. Aunque no estemos en medio de una tragedia podemos ver lo milagrosa que es la vida. El milagro no es complicado, ni difícil de encontrar.

Milagro ver, oler, respirar, abrir los brazos, bailar. Milagro sentir la fuerza del corazón. Milagro esta capacidad de sonreír a un desconocido o de ayudar a alguien. Milagro el sol que nos calienta cada día, día tras día. Milagro la lluvia, el ocaso, la noche. Y la gente que me rodea con sus penas y alegrías. Y la tierra que sigue aquí, luchando a su manera contra vientos y mareas, presente, tan presente.

Milagro el amor.

Milagro el alma cuando hace el amor.

Milagro tú, Laika, yo, vosotros.

Gracias a mi padre


Mi padre, que tenia muchos defectos, fue tambien un gran artista. Lo uno no quita lo otro, hay que reconocerlo. Su profesión, ebanista, la transformó en arte.

Los muebles que él creaba eran perfectos, macizos, duraderos. Dentro de cinco siglos, si no hemos desaparecido del mapa, aun estarán presentes estos enseres que mi padre se rehusaba a firmar. Su humildad, en este sentido, era alucinante. Su profesionalidad tambien. Fue un gran artesano. Arcaico, anti moderno, no quiso nunca comercializar sus obras. Murió pobre y desconocido.

Si hablo de mi padre, Laika, es porqué hoy he soñado en su casa. En el sueño la casa estaba habitada por dos mujeres, una madre y una hija. Trajinadas, preparaban una cena y el suelo de la cocina brillaba de un resplandor dorado. Era un suelo de madera, trabajado con mucho arte. Cuando me he despertado he recordado el parqué que mi padre hizo, de rodillas. Nunca le comenté lo bonito que era, nunca se me ocurrió decirle. Mi padre, en aquel entonces, era mi enemigo. Era el dragón con él que yo tenia que luchar, para sobrevivir.

Y es que quieras o nó, el padre es el primer hombre en la vida de una mujer. Es el primer encuentro con este ser tan diferente de nosotras, ¨el sexo opuesto¨, o el otro sexo.

Mi padre fue, pues, el primer hombre de mi vida. Gracias a este encuentro entre su destino y el mío, aprendí a auto-definirme. Descubrí mis fuerzas y mis debilidades. Desarrollé el mundo de las ideas, de la pasión, de la lucha. Aprendí a ser mujer.

Mi padre fue un gran machista. Y hoy, aunque parezca mentira, le tengo que agradecer esta mentalidad que tenía tan obtusa y cerrada, a ratos tan limitada. Mi feminismo viene de mi padre, que no paraba de burlarse de las mujeres y que estaba convencido que habíamos nacido para servir a los hombres y nada más. ¨ Las mujeres en la cocina ¨ decía sarcásticamente. Durante muchos años las comidas familiares fueron forum de discusión entre mi padre y yo. Agudicé la argumentación, las ideas. Fui una experta en peleas verbales.

Pero no todo es tan simple como lo parece, Laika. Si mi padre fue el primer hombre en mi vida, el primer modelo, justamente por esto mismo los hombres que aparecieron en mi ruta se le parecían de una manera muy peculiar. Eran machistas empedernidos, cínicos y, como dicen los anglosajones, un tanto algo ¨morons¨ . Y es que el forum de las comidas familiares lo había trasladado fuera de las paredes de casa, en bares, discotecas, en camas tristes y grises. Una tarda muchos años en descubrir, y a que precio, que a un padre no hay que buscarlo en los brazos de otros hombres. Al padre no se le puede cambiar, ni educar. El padre hay que eliminarlo, punto. El día en el que yo hundí la espada en el corazón de mi padre fue un gran día para mí, una gran liberación. Este gesto simbólico es una de las acciones más difíciles que una niña tiene que hacer para entrar en el mundo de la mujer.

Los padres nos enseñan que no todos los hombres son iguales. Que hay que luchar para ser una persona integra e independiente. El camino es arduo, peligroso, tramposo. Mi padre, perfeccionista, me mostró que la perfección no existía. Me enseño, sin saberlo, a ser fuerte como la madera con la cual él trabajaba. Y esta lección es el regalo mas duro y simple que mi padre me legó.

Como si nunca más...




In eternity there is indeed something true and sublime.
But all these times and places and occasions ares now
and here. God himself culminates in the present
moment, and will never be more divine in the lapse of
all the ages

Thoreau,Walden

Laika, dicen que meditar calma y da energía. Lo que sí sé es que cuando medito yo siento la calma en mí y entonces el buen humor me acompaña.

Pero meditar es mucho más que calma y energía. En realidad uno medita para centrarse en el presente, este presente que se nos va de la mano, ya que los seres humanos somos como las hormigas, no paramos nunca. Nunca estamos aquí. Nos duele parar. Confundimos quietud con vacío. Cuando es lo contrario. La quietud es el presente que se nos aparece con toda su fuerza y claridad.

¿Sabes lo que he hecho esta mañana, Laika? He abrazado a mi compañero como si nunca más pudiese abrazarlo. Lo he cogido en mis brazos a este hombre de mi vida, a esta fuerza, a este acompañante y amigo. Como sí nunca más. Como si fuese la ultima vez. Presente. Aquí y ahora. Lo único que cuenta, lo único que vale, lo único que está. Este presente.

Que difícil es vivir el presente. ¿Tanto miedo nos da? Meditar es estar aquí y ahora. Escribir tambien. Jugar... Cuando te veo correr, Laika, cuando te veo reír con tus amigos, cuando saltas y cabriolas, estas presente. Y estando aquí, ahora, no hay miedo, no existe la angustia, ni el temor. Ni pasado ni futuro.

Si, Laika, tú eres un pequeño Buda. Tu sabes vivir en el presente, y disfrutarlo.

Pero que difícil es estar en el presente. Entre recibos, pagos, el trabajo y los amores, entre la duda de lo que somos, o la duda de lo que hemos sido y la duda de lo que seremos.

No sabemos que estar presentes ahora y aquí es una certitud, una fuerza indestructible.

Que difícil es disfrutar este momento único, que nunca más vendrá. ¿Quién nos dice que estaremos aquí dentro de un minuto? ¿Quién nos puede asegurar que mañana abriremos los ojos y veremos el sol? Mañana no existe, no existe ni la hora que viene, ni el minuto que sigue. Solo este ahora, este momento. Aquí estoy. No hay nada más.

Que difícil es saborear cada instante como si fuese el único, lo que es. Cuando como, cuando amo, cuando veo, cuando siento. Cuando respiro... En realidad sólo hay esto, esta respiración.

Laika, quiero ser como tú. Un animal presente a todo, en este momento. Estando en este aquí y en este ahora lo veo todo con más claridad. Mi mirada se abre. Mi cuerpo se relaja.

Te veo, presente. Eres una luz única y buena. Me enseñas lo que tengo, este mundo y esta vida. Me aprendes a respetar este mundo y esta vida. No hay nada más.

Ven, Ven... Laika, ven que te abrace en este presente magnifico y único, en este momento eterno, sin barreras ni fronteras, en este ahora que me une a ti, mi buena perra, ven que te abrace como si nunca más.

5/12/07

Años oscuros


Excelente lectura este diario de Jean Guéhenno Journal des années noires que muestra Francia bajo la Ocupación. Es un libro duro pero intensamente interesante ya que en él podemos ser testigos a la vez de los hechos que ocurrieron y tambien participar de una larga reflexión sobre la condición humana, analizada y vivida con profundidad por un profesor y un humanista. Honor y libertad son los temas que más preocupan a Jean. Este diario es una mente viva y despierta frente al horror y la barbarie. ¿Qué significa Libertad? se pregunta Jean Guéhenno. ¿Es que nos merecemos la libertad? Y, sin libertad, ¿quiénes somos? ¿Seguimos libres, o somos esclavos? ¿Cómo ser persona libre bajo el yugo del Nazismo?

Nuestra generación no sabrá nunca enteramente lo que fue vivir bajo la ocupación, vivir con el miedo y el terror. Ni lo que fue vivir sin libertad. Podemos entenderlo pero nunca sentirlo a fondo. Cierro los ojos y me imagino. Tengo una gran capacidad de imaginación pero aún así: ¿cómo se vivía el dolor, la tristeza, la impotencia, la rabia? ¿Y que decir de la traición o de este tan humano sentimiento que es la vergüenza? Podemos entenderlo pero no en su justa medida, nó como lo vivieron ellos. Los fusilamientos, las torturas, las deportaciones hacia los campos de trabajo (no se sabía entonces en Francia que eran campos de exterminación), la falta de mentes sabias para guiar, la falta de amor, el desprecio, la deshonra... Lo sentimos, lo entendemos, nos sentimos inquietos, molestos, nos duele, pero nunca desde esta profundidad de la herida del que vivió todo esto y mucho más. Es el dolor ajeno, y por mucha compasión siempre se trata del dolor ajeno.

Sobre perros: el 10 de mayo de 1944 los alemanes requisicionan a todos los perros que miden mas de 45cm del hombro al suelo. ¿A que fin? Ni idea. He medido a Laika: mide 67cm de altura. A ella tambien la hubiesen deportado.