Foto de Sergio Bagna |
A veces me quedo quietecita, tranquila y quieta como un árbol. Y lloro. Lloro por todo esto, esta paz y esta impaciencia, por todo lo que esta pasando y pasará lloro por lo bello y lo feo, por el dolor de los otros que es como algo pegajoso y amargo, por el sufrimiento no solo de los humanos pero también de los animales, de las plantas, de la tierra entera, lloro por lo que pasará y lo que pasó, lo que pasó dejando huellas que no somos capaz de ver y si las vemos no somos capaz de mirarlas, por esta indiferencia lloro, esta desfachatez que va con esta indiferencia, este orgullo que va con esta desfachatez, tantas cosas me hacen llorar, todo lo que pasó que solo dejó huellas marcadas por el desprecio, y nosotros seguimos andando como si nada, lloro por nuestros antepasados que lucharon por nada y que no se podían imaginar nuestro conformismo, nuestro cinismo, nuestro egoísmo, por ellos y los de mas allá, los de siempre, los que sin ellos no estaríamos aquí mirando sin ver todo esto desde un lugar que nos parece intocable, pero que sinvergüenzas que somos, que ignorantes que somos, que resecos están nuestros corazones incapaces de distinguir la luz de la oscuridad, lloro por estos corazones porque ya no son corazones sino objetos sin alma, sin forma, sin esencia, sin presencia, todo esto me hace llorar, nuestras vidas que pasan y pasarán y que son como una brisa apenas perceptible en el universo, por la repetición de todo, la ausencia de reconocimiento, lloro por los culpables que nos tienen atados los pies, que repiten desde siglos y siglos los mismos crímenes contra la humanidad y nosotros no somos capaces de luchar contra ellos y por que me pregunto, y así siglo tras siglo, los mismos crímenes contra la humanidad, los mismos crímenes, los mismos.
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