18/11/12
Las lagrimas de Gaza
Aunque no sea facil mirarlo creo sinceramente que es un deber para la humanidad ver este documental. O decidimos mirar la realidad tal y como es o no. Cada uno es libre de hacerlo. Yo eligo mirar.
8/11/12
Dejadme oir el llanto de la guerra civil
Yo siempre he pensado que es importante ir al pasado para
entender un poco mejor el presente y visualizar el futuro. Esta era también la
tesis de Marcel Proust. Para Proust no existía una delimitación entre pasado y
presente el tiempo siendo algo muy relativo, sin barreras, sin limitaciones ni
límites. Es más, estos viajes
atemporales son esenciales, vitales para el entendimiento de uno mismo (y de
los otros) porque solo mirando el pasado con los ojos del presente, podemos
entender este pasado, lo que fuimos en él, las razones que nos hicieron ser
aquella persona en aquella circunstancia y entender lo que ocurrió en todas sus
facetas y de esta manera comprender un poco más quienes somos hoy. No visitar el
pasado desde la nostalgia pero sí desde el despertar y la audacia de mirar lo
que fue con los ojos bien abiertos. No desde el recuerdo pero sí desde un valiente cara
a cara.
Esto es importantísimo para evolucionar y crecer.
La obra majestuosa de Hugh Thomas no es una ficción, como lo
es la de Proust (aunque la obra de Proust sea más que una obra de ficción). La Guerra Civil Española no es una novela, no
es una invención de la imaginación ni sobre todo tampoco un libro de historia
contado desde la perspectiva de la añoranza o el idealismo. Hugh Thomas es un
historiador británico que decidió analizar enteramente y concienzudamente este
momento tan importante y trágico de la historia contemporánea de España y de la Europa del siglo XX. Un acontecimiento en la historia de la humanidad nos es
ofrecido, pues, para dar hincapié a la reflexión y para a la vez aprender. Es
analizado con profundos rasgos, ofrecido con materia prima y un baúl de
anotaciones e informaciones puestas a data, para la ultima edición. En una
palabra: una gran lección, este libro.
No es fácil de lectura, acaso es fácil viajar en la
profundidad del infierno. Acaso es fácil viajar a algo tan terrible como fue la guerra civil.
Viajar en lo más hondo del horror y también de la esperanza, dos sentimientos
que se pasean en este camino arduo y complicado, visto desde antes de 1936
hasta finales de los años 50. Porque todos sabemos que una guerra no empieza
cuando suenan los primeros tambores ni termina cuando acaban de oírse. Los
tambores de la guerra comenzaron antes de la Republica de Azaña y de Negrín y acabaron de
tocar mucho después de 1939. Las victimas se acuerdan de ello, aunque ya nadie
se acuerde de las victimas.
Abrir los ojos y contemplar lo que sucedió es un trabajo de inteligencia, un trabajo mental y emocional, un trayecto duro, triste, amargo, emocionante. Aquí, en estas magnificas tierras, en estas bellísimas ciudades, en estos pueblos tan bonitos que parecen de postal… pasó algo. Pasó algo tan terrible que la nueva generación no lo sabe, y que a nosotros, los de la generación de antes, nos lo han contado desde una perspectiva casi romántica, idealista. Pero aquí hubo un sufrimiento tan atroz que no hay palabras para definirlo, solo las del historiador que es capaz de nombrarlas para nosotros ya que nosotros, los descendientes de esto que pasó, hemos perdido el don de nombrarlo. Y cuando no se nombra algo este algo se esconde, vergonzoso. Y esto un día vuelve a saltar, como una bomba a retardamiento.
Aquí todos sufrieron, hasta lo mas remoto, hasta lo más
mínimo, hasta las hormigas sufrieron, hasta los pájaros, hasta el agua, hasta
el cielo debió sufrir. Todos soportaron tres años de una bestialidad indefinida
porque a veces es mejor no definir la bestialidad. Aquí pasaron, en estos
caminos, en estas calles, en estas carreteras que ahora son tan modernas miles y miles de soldados llegados de todo el
mundo además de los miles y miles de estas tierras para luchar sea desde un bando, los
nacionalistas sea del otro, los republicanos y esto por una causa que hoy ya ni sabemos nombrar.
Ya no sabemos nombrar porque hemos olvidado. Y quizás es mejor no ponerle
nombre a esta causa que fue asesina de tantas vidas. Más de medio millón. Sin
contar los que murieron después.
Lo que dije, un infierno.
Lo sorprendente al leer este libro es el milagro que ocurre
de poder entender lo que pasó, día a día, etapa por etapa, sea en la
cotidianidad como en el campo de batalla, en los despachos de los lideres como
en las reuniones de los jefes del estado mayor, en los cafés, en las tertulias,
en los campos o fabricas, en las mentes de aquellos nuestros antepasados, en
las mentes de los luchadores valientes y los traidores, en las mentes de los
organismos, partidos, asociaciones: todo nos es accesible, todo, absolutamente
todo, cada rincón, cada esquina, cada paisaje testigo de lo que ocurrió es recreado
para nosotros con inteligencia y sabiduría, podemos rozar caras, acariciar con tristeza cuerpos destrozados,
oler el aire, sentir el frío, el calor, sentir el HAMBRE, oír el derrumbar de
casas por bombas, oír el motor de los aviones, llorar enfrente de campos con
centenares de victimas sobre la hierba, llorar escuelas aplastadas, oler el
dolor, oír el llanto, oler el miedo, oler el odio, oler el odio, oler el odio y
la rabia y la locura y la esperanza. Oler a la bestia.
No es fácil viajar en el pozo del infierno que fue nuestra
guerra civil, la peor y mas dramática guerra del siglo XX, según Hugh Thomas,
la más brutal, la más codiciosa, problemática, la más terrible de todas las
guerras, una guerra invasora, imperialista en el mismo país, dividiendo un país
en dos, dividiendo familias, pueblos, campos, arrancando y destrozando,
demonizando, pulverizándolo todo, hasta la humanidad que hay en cada uno. La
bestia tenía cara de aviones de combate alemanes e italianos, de tanques rusos,
de fusiles soviéticos, de armamento francés… Toda Europa participó en esta
lucha fraticida, toda Europa se hizo cómplice, de un bando como del otro, de
las terribles e innombrables atrocidades que se cometieron aquí, en este país
de sol y castañetas. Miles y miles de jóvenes y menos jóvenes desaparecieron de
la tierra en estos tres años de infamia. La bestia tenía también la cara de la
psicopatía perniciosa de los generales y presidentes y alguaciles, de policías,
y comunistas, de falangistas, de idealistas revolucionarios y cesares que se creían
la personificación del Dios todo poderoso.
¿Como entender? ¿Como racionalizar? ¿Cómo entender que la Republica perdió la
guerra? ¿Por qué? ¿Por que ganaron los nacionalistas? ¿Por qué hubo tanto
sufrimiento? El historiador tiene varios objetivos y uno de ellos es el de ayudar a cada
lector para que busque por él mismo, en medio de los escombros, la luz que le
permita avanzar más y más, a paso de tortuga, en este camino que a veces es tan
negro y oscuro como la boca de un dragón, un camino que parece sin luz, sin
fin, un camino donde anda nuestra
humanidad. No es fácil.
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