21/6/11

That Summer de Andrew Greig




Aquel Verano es una historia de amor. Pero no una historia romántica. Si hubiese sido romántica no la hubiese leído, no me gusta el romanticismo ya que lo encuentro falso. Pero el amor, el amor universal, el amor del prójimo, el amor a la vida…

Es un último verano, unos meses extraños e intensos, en un principio particular de una gran guerra, de una gran hecatombe humana, el principio del dolor. ¿En qué nos estamos transformando? se preguntan los dos principales personajes, un hombre y una mujer, y esta pregunta anuncia el tema de esta bellísima novela, en como la guerra cambia hasta nuestra percepción de la vida, de nosotros mismos, del Universo.


Son jóvenes, dinámicos, fuertes, sensibles. Pero la guerra tiene otras ideas en su Ser, la guerra son dos manos que aplastan, destruyen y matan. La muerte esta presente, sombra que lo abarca todo, hasta el mismo hecho de existir. Ellos son jóvenes pero se trata del último verano, quizás el último verano donde la inocencia aún tenía su razón de ser.


Me gusta esta novela por varias razones y es que dá una visión intima de la guerra, de lo cotidiano, de los pequeños gestos y las pequeñas cosas. Entra, esta novela, en la intimidad de la vida, con todo lo bello de ella, su naturaleza, su esperanza, su deseo, su pasión. La vida es todo esto y mucho más, es sentimiento y alegría, es unión y felicidad. Es amor, amor puro y simple, es un hombre y una mujer que se enamoran, que empiezan este camino tan extraño que es el amor, unión física y espiritual. La vida, la magnifica vida es todo esto y mucho más, un cigarrillo que uno enciende en la penumbra de una habitación, un cuello de mujer color de perla marina, unos cabellos que parecen algas.


Pero también es la muerte, simplemente, es el final de un camino, es la tragedia sin palabras, es silencio, soledad, tristeza, perdición, destrucción. La guerra hace que todo esto de la vida se vuelva inmenso, grandioso, impensablemente grotesco y magnifico.


Dos personas en medio de una guerra absurda, como todas lo son. En un último verano de sus vidas, el recuerdo de algo que pasó hace muchísimos años pero qué son los años para el Tiempo del Cosmos, son apenas un parpadeo, una fracción de segundo, no son nada, el Tiempo es una mándala que nos ofrece la posibilidad de entrar en él, el Tiempo, donde sea, para presenciar, admirar, compartir. Darnos cuenta que ellos, los que vivieron en 1940 somos nosotros, y nosotros somos ellos. Solo así podremos permitir que los mártires y los fantasmas de aquella Segunda Guerra Mundial puedan reposar en paz.


¿En qué nos estamos transformando? se preguntan. Yo quisiera decir en nosotros, en mí y tú, en aquellos. Ya que nosotros somos ellos en aquel verano, en aquel futuro de 1940. 

20/6/11

En el mismo cruce ellas y yo


Tengo que decir que siempre hay algo, algo indefinible y misterioso, que me atrae de aquellos años en Inglaterra, entre 1938 y 1945. Algo que reconozco, como algo mío, algo que ya hubiese vivido o sentido. Y cuando las leo, o las veo, o las estudio, aquellas mujeres de aquellos tiempos, es como si viese alguien de mi tribu y me siento muy emocionada.

Quizás estamos aquí para recordar, cada uno a nuestra manera, y para hablar de ello, cada uno con nuestro propio estilo, y emociones y sentimientos. De ahí nuestro particular interés por ciertos temas, y así una voz, una voz como muy interior, una voz como la de un animal herido y abandonado que llega de debajo de la costra terrestre, puede dejarse oír. Y esto es importante.

Y cuando las veo o las leo o las miro como mariposas en pleno vuelo captadas por el celuloide en blanco y negro siento como un llanto interno, muy suave, y una feroz alegría, muy suave también, dentro de mí de verlas tan fuertes y valientes, mis heroínas, mis valientes hermanas amazonas, mis fraternales compañeras que siguen vivas gracias a mi mirada. Porque se trata de esto.

Pero es un tiempo que ya no existe, casi impalpable, casi borroso. Y sin embargo...




Algo me tienen que decir, para que las sienta tan cercanas a mí, a mi vida, a mis tiempos. También en aquellos años se hablaba de un Nuevo Orden Mundial, y también se hablaba de política y también habían que no aceptadan las mentiras, la propaganda, la guerra…

Ellas las veo como personas muy valientes y aunque aceptasen de entrar en la maquinaria de la guerra y por esto mismo. Siguiéndolas aquí y allá, en sus largas jornadas y sus duros trabajos, me permiten reflexionar sobre esta misma maquinaria que hizo de toda una populación una gran fábrica de armamento. Y me parece increíble. Qué además de promover las guerras, los políticos hagan trabajar a la ciudadanía para ellos, para sus medallas y sus batallas, para sus propios juegos, para sus jefes, que fueron y serán siempre los bancos. Y que apareciera un monigote como Churchill (que la Historia Oficial pinta como gran hombre político) para que un país entero se vuelque día y noche sin parar a construir armamento, aviones, barcos para ir a matar al enemigo (otra mentira). Churchill, este gran monigote feo y asqueroso que dio la orden de bombardear sin merced a Dresden.

Sí, fueron valientes y valerosas y participaron en algo extraordinario, no en el sentido de bello pero si de cambiante. Un cambio radical en sus vidas. Me enseñan pues la adaptación para el sobrevivir.



Entonces pues estamos ahora en el mismo punto de partida, como si el Tiempo no hubiese transcurrido. Es pues también la constatación que las guerras no permiten a la humanidad de evolucionar pero si de retroceder. Y si los monigotes que son después de todo unos mandados permiten las guerras, es por esto mismo. Para que la humanidad no evolucione. Aquellas mujeres y yo estamos en el mismo cruce del camino, ante un mismo paisaje. Con el mismo discurso, con la misma propaganda, un mismo enemigo.

Me dicen, a través de sus vidas tan emocionantes y a la vez tan rígidas, que es importante participar, cada uno a su manera, y es importante la reflexión. ¿Qué es lo que esta pasando? se preguntaban. Mientras aprendían nuevos conceptos, nuevos trabajos, mientras formaban equipos y grupos y tribus, y que el mundo iba destrozándose, rompiéndose, se quebrajaba como una bella pieza de arte tirada en el suelo. En mil pedazos la tierra pero ellas seguían fuertes, valerosas, humanas e inteligentes.


Estoy leyendo: That Summer de Andrew Greig



Y estoy viendo: The Gentle Sex de Leslie Howard (1943).



8/6/11

La revolución: una cuestión intima




La revolución tiene que empezar en uno mismo. Es la base.


No se muy bien cuando tomé conciencia de ello. Quizás un día, mirando como mi abuela tejía, en aquel silencio del patio de su casa. Yo iba con mis ideas y mis enfados pero mi abuelita seguía tejiendo, como si nada. Me hablaba de la guerra, a veces, y yo no entendía porque. Pero abuela, le decía yo rabiosa, ¿no ves lo que esta pasando? Y ella seguía tejiendo.


Lo que pasaba, lo que pasó, lo que sigue pasando y lo que pasará. Nada ha cambiado, solo nosotros ahora nos encontramos en el Frente, ante una monstruosidad que sigue viva, cada vez más viva y por los siglos y los siglos…


La única y verdadera revolución empieza en uno mismo, en un lugar secreto y silencioso, entre las paredes de nuestro corazón, de nuestra mente. Ahí están las raíces porque somos árboles, árboles de la libertad y de la paz. Y estas raíces empiezan justamente aquí, en este centro, en el centro de mi cuerpo.

 
Aquí, en mi centro esta la revolución, aquí, en los gestos de cada día, del día a día, en mis reflexiones, en mis pensamientos, en mi manera de tratar a los otros, en la manera de tratarme a mi misma y de tratar la vida misma. Pero para ello tengo que saber quien soy. Tengo que quitar mascaretas, las mías antes que las de los otros. E ir continuamente a este centro, mi base, mi pillar y dónde esta mi fuerza.


Quiero ser un premio Nobel de la Paz. No necesito medallas, ni millones de dólares, ni estatus ni recepciones para ello. Yo deseo ser un premio Nobel de la Paz con mi actitud que se ve en mi mirada, en mis ojos donde la luz magnifica del Sol esta siempre y que lo aclara todo, y esta luz llega y acaricia las paredes de mi corazón y de mi cerebro. En los gestos cotidianos quisiera ser un premio Nobel de la Paz, en mi porte, en mi andar, en mis manos que se abren cual infinitos pétalos de una preciosa flor.



La revolución es mi aceptación de todo lo que es diferente de mí, raza, religión, lengua, cultura, abarcándolo todo en un abrazo de entendimiento que me dice que todos somos uno y yo soy todos. Pero este entendimiento no tiene que ser presencia intelectual, no, pero presencia calurosa, bella como la cara de un recién nacido, entendimiento que puede hasta dolerme, que debe herir mi piel y hacerme llorar y chillar y reír también. Entendimiento de lo que es, entendimiento de lo que ha sido, toda esta humanidad llevada sin merced en la cavas del sufrimiento, llevadas como piedras, todas estas esperanzas y sueños y estos héroes que han luchado y muerto por ello. La revolución es el rechazo intransigente de la guerra y de los plutócratas que la promueven, de sus banderas patrióticas que solo están para abarcar la muerte del prójimo. Y el prójimo soy yo. Y el prójimo soy yo esta madre que no conozco que llora el asesinato de su hijo, y el prójimo es este hombre solitario y sin trabajo y el prójimo somos todos nosotros en busca de un camino, yo, tu, ellos, todos somos este prójimo, este prójimo que podría ser un campo de alegría, si todos hiciésemos esta revolución, una revolución que aclara, que limpia, una revolución que cambia desde las raíces, desde el fundamento, desde la base.



La revolución es esta búsqueda de la verdad aunque el precio sea el dolor de ver fantasías rotas, pero es lo único, la verdad, que hace que nos transformemos en adultos concientes y responsables. La revolución es pues un acto de valentía, de integridad interna.



En este lugar tranquilo que hay entre las paredes de mi corazón y de mi cerebro cada día lucho para la paz del mundo, raíces del cambio. Leyendo, aprendiendo, intercambiando con la Tribu, comunicando, aceptando los errores, aceptando nuevos caminos. El silencio de mi abuela tejiendo me hablaba de este caminar solitario, día a día, esta lucha cotidiana para no caer en las trampas, en las mentiras, guardando silencio, luchando y soñando cada uno desde este árbol que esta por nacer dentro de nosotros.