24/11/08

Tiempo para reir



Laika, es tiempo de reír.


Si, si, Laika. Con esto de la crisis económica, una de las salidas es reír. La risa siempre ha sido una actitud casi revolucionaria. Con la risa todo pasa: los problemas de dinero, las penas, las inquietudes… La risa es buena para el cuerpo y el alma. Un masaje que nos deja relajados, nuevos. Entonces digo: ¡es tiempo de reír!


Si quieres Laika hoy vamos a aconsejar, a nuestros queridos amigos blogueros, tres clásicos del cine, tres comedias que con el tiempo no han perdido ni sabor ni potencia. Al contrario. Estas películas se han transformado en clásicos porque ya, en su base, cuando salieron, fueron unas excelentes películas. Ahora, 40 años después, 20 o 30 años más tarde, estas obras de arte han tomado profundidad, calidad, fuerza. Y nos hacen reír. Como el primer día que las vimos.

Its a mad mad world, de Stanley Kramer, salió en 1963. Todo el mundo ha visto esta película, de joven. Yo la he vuelto a ver estos días, después de más de treinta años, y me ha parecido una película tan buena, tan fresca y tan simpática que ahora la considero un clásico y esto por varias razones: el tiempo sigue dándonos, en este largo metraje, el poder reír como cuando éramos niños, con esta inocencia que todos llevamos dentro y que, al igual que una luz eterna, no se apaga nunca. Reímos de una payasada inmensa, como si estuviésemos en el circo viendo justamente esto: payasos. Y estos payasos, en la película, son actores que ya en la epoca eran muy famosos y queridos: Spencer Tracy, Milton Berle, Buddy Hackett, Mickey Rooney, entre otros, y excelentes "cameos" como Búster Keaton o Jack Benny. Total, Laika, una película maravillosa para reír un buen rato y descansar de tantos problemas mundiales y económicos.






La siguiente película que aconsejaremos a nuestros compañeros es la tan clásica ya: Oscar, con Luís de Funes, este magnifico actor francés, de raíces españolas, que tanto nos ha permitido reír con carcajadas casi rabelesianas a lo largo de toda nuestra vida. En Oscar es toda la situación que es cómica, un vaudeville clásico que transcurre en tiempo real, en un solo escenario. Yo vi por primera vez esta película cuando salió en España (Una maleta, dos maletas, tres maletas) y debía tener unos 10 años. Recuerdo la risa de mi madre, en el cine. El placer de aquella tarde siempre se ha quedado en mi, como una estrella. Y a lo largo de mi vida cuando me he sentido triste o angustiada he mirado, como terapia, películas de Luís de Funes; y como por encanto he vuelto a sentirme como aquella niña que fui, una tarde en un cine con mi madre querida.

Y por eso digo que la risa no es solo un masaje físico, la risa es mucho más. Es como el camino que nos permite ser más transparentes, más inocentes, más verdaderos.






Y como ultima película, la tan famosa y ahora clásica La Cage aux Folles, con este actor tan camaleón, Michel Serreault y el guapo Ugo Tognazzi. Esta película atrevida y simpática fue muy famosa en su época, en 1978. Yo fui a verla con mi amiga Luisa y siempre que recuerdo a esta mujer que ya nunca más he vuelto a ver, me veo junto a ella, riendo en el cine aquel del alto Montreal, comiendo Pop Corn y de vez en cuando secando lagrimas de risa. Uno puede llorar, riendo. Esta posibilidad dice mucho sobre el poder de la risa, sobre su fuerza interior. Risa buena, amiga, limpiadora, conciliadora, risa estupenda que nos une, nos hace sentir feliz, nos hace vivir en el presente, ahora, riendo.




Por eso digo, repito, amiga Laika: es tiempo de reír. Y riendo todo irá mejor.

1/11/08

Mi cementerio interior






Laika,


En mi cementerio interior no hay cruces ya que no creo en este símbolo de dolor y de sumisión. Pero sí creo en la energía, y es por eso que en mi cementerio interior hay lucecitas, brillantes, que siempre están iluminadas y que siempre me dan luz y calor.


Es un lugar especial, mi cementerio interior. En él hay estos seres queridos que ya no están. Pero que siguen presentes y es como si estuviesen. Hay mi madre con su eterna sonrisa y su voz suave que me dice continuamente que no me enfade tanto, o que controle mi mal carácter. Mi padre también está, a veces huelo la madera que siempre asocio con el beso que le daba en la mejilla, cuando le iba a visitar. Y hay mi perro Firgoff, negro y fuerte y bello. Minoushka, la gata de rayas grises. Buda, el perrito de la pradera más guapo de la tierra. Y Spartacos, un terrier travieso. Ahí están todos, y otros más, luces, energía, memoria, recuerdos y tanto, tanto más…



El halo de sus vidas, este momento tan especial que han vivido aquí, sobre la tierra conmigo, me sigue acompañando. Muchas veces creo que no se han ido, tan presentes los siento, tan íntimamente los percibo. Veo la sonrisa de mi madre, o la mano de mi padre, espesa y fuerte de tanto trabajar la madera. Siento la fuerza de Firgoff, como si viniese a darme un beso o rozarme con una des sus patas.


Olores, sabores, silencios especiales, siempre algo me los recuerda. Andando por la calle, leyendo, conduciendo, el dialogo con ellos no se ha roto. Cosas que me gustaría hacer con ellos, paseos imaginarios. Conversaciones inventadas, caricias, sonrisas. Les pido consejo, a veces, o ayuda. Fuerza, darme fuerza y valentía, les digo. Minoushka, dame un poco de tu energía, tú que viviste 23 años. Dame tu energía buena, enséñame como amar incondicionalmente como tú lo hiciste conmigo.


Cuando hay mucho viento, este viento del Norte tan potente, se me aparece en la mente Firgoff desafiando el viento que un día nos atrapó y como, con su fuerza de labrador retriever, pudo ayudarme a llegar hasta la puerta de la casa. Ah... recuerdos, memoria, sensaciones que con el tiempo no han desaparecido, al contrario. Más pasan los años más todo se vuelve más claro, más agudo y límpido.



Y tú, Buda, que tanto me enseñaste, tan pequeño que eras y me ofreciste el don de dar, y me permitiste descubrir dentro de mí un amor inmenso y materno y eso desde el primer día en el que vi tus dos ojitos negros, almendrados, el día cuando me enamoré de ti y de Shiva, tu compañera que aún vive...


Y tú, Spartacos, el terrier más listo que jamás ha existido: cuando viste a mi madre te enamoraste de ella. Y recuerdo cuando yo llegaba a casa de mis padres, tu alegría al verme entrar por la puerta ya que sabias que nunca me olvidaría de ti, nunca pararía de abrazarte y de besarte, nunca, simplemente, desaparecerías de mi vida.


Sí, mi cementerio interior está vivo, está vibrante de memoria y de recuerdo: olores, sabores, paseos interiores que hago los ojos abiertos, sin miedo ya que un día sé que volveré a fundirme yo también en energía, como vosotros.





Mi padre.



Firgoff...


Minoushka.



Buda.



Mi madre con Spartacos.